Zinacantán (México), 20 ene (EFE).- Cientos de Indígenas mayas tzotziles acudieron a la ceremonia llamada “árbol del jaguar”, una tradición en honor a San Sebastián Mártir, santo patrón de la localidad, en el municipio de Zinacantán, en el sureño estado de Chiapas.
“Es un sincretismo, o sea, una síntesis de dos culturas y de dos historias que son muy diferentes, por ejemplo, San Sebastián es un mártir de los primeros años del cristianismo”, expresó a EFE Francisco Álvarez, escritor y creador cultural.
El escritor dijo también que “nada más que lo adoptaron los indígenas por tener ciertas características prehispánicas que también estaban dedicadas al autosacrificio”.
La ceremonia del árbol del jaguar es una ceremonia que representa, según los indígenas tzotziles, la época donde se vivieron tres días de oscuridad, cuando los animales se comportaron de manera extraña y comenzaron a trepar el árbol sagrado (roble) una y otra vez implorando a su deidad restablecer el orden.
Para Juan Benito de la Torre, escritor de la cultura de Tzinacantán, esta tradición es muy compleja.
“Cuenta la leyenda que los animales hacían sus juegos, sus maromas (volteretas). Las ardillas hacen todo un juego en el árbol, suben y bajan con los dirigentes que son los tigres”, detalló.
Según su interpretación, los animales “quieren alcanzar al Dios Creador del cielo para que haya lluvia, para que el pueblo y el mundo tengan buenas cosechas”.
La ceremonia comienza días antes del festejo con prolongados rezos y quema de velas en los cerros sagrados e iglesias, para luego representar los tres días de caos que vivieron los mayas de Zinacantán.
Durante las escenificaciones, los mayas tzotziles también están representando a los españoles a su llegada.
En estas celebraciones participan todos los grupos que tienen cargos religiosos y cada uno de ellos representa la historia política, social y religiosa, por ello se ven diferentes personajes desde negros que representan el caos, los jaguares, pájaros, musgos y las ardillas, y la naturaleza.
Así, también se unen los maestros músicos, Los Ka’benaletik (de la selca Lacandona); Los Tsonte’ etik (portadores de heno) y Los K’uk’ul Chonetik (serpientes emplumadas). También el T’en t’en (instrumento musical prehispánico), que genera un ambiente místico que envuelve a los visitantes locales, nacionales e internacionales.
Para los nativos, la fiesta de San Sebastián Mártir tiene un gran poder, pues aseguran que es muy milagroso, tanto que pueblos aledaños llegan a visitar a la imagen con ofrendas.
Magdalena de Jesús Cruz, habitante de Zinacantán, explicó: “Estamos en la comunidad de Zinacantán, estamos celebrando a San Sebastián Mártir y ahorita lo que vio usted son las carreras, las tradicionales carreras de caballo y la entrada de las autoridades tradicionales que son de la Iglesia”.
Al despedirse dijo estar “orgullosa de ser tzotzil” por lo que sus hijas van aprendiendo poco a poco su cultura.
El ritual termina con la quema de la casa del felino como símbolo de que la fiesta terminó en paz. EFE
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