México, 12 nov (EFE).- Más que someter a juicios la vida de la italiana Tina Modotti, “Fuego que no muere”, la nueva novela de la escritora Claudia Marcucetti, recrea la llama de misterio viva en la icónica artista, 80 años después de su muerte en México.
“Tina fue como una matrioska. En ella hay diferentes mujeres, una dentro de otra, y vale la pena dejarle el halo de misterio porque al final nadie lo va a descubrir”, aseguró este sábado en entrevista a Efe Marcucetti, narradora italiana que creció en México y escribe en español.
La obra de 466 páginas editada por Planeta comienza con una imagen erótica. El cadáver desnudo de Tina, fallecida de forma extraña en un taxi, inquieta en la morgue al adolescente Armando Zárate, quien se obsesiona con la belleza de la mujer.
De inmediato aparece Vittorio Vidali, el último amante de la fotógrafa, sospechoso de haberla asesinado y convertido en el personaje central del libro que desvela parte de la historia del comunismo en la primera mitad del siglo XX.
“Coincidí en una cena con Hugh Thomas, el historiador británico, quien conoció a los personajes. Cuando le conté mi proyecto de Tina, me dijo, tu personaje no es ella, es Vidali. Si cuentas su historia, vas a contar la del comunismo”, revela la autora.
Radical luchador de izquierdas, alineado a Stalin, el italiano está presente en varios de los sucesos históricos del siglo pasado. Es herido en la Guerra Civil española, fue un violento agitador antifascista en Estados Unidos y en México, y señalado como posible autor de la muerte del comunista cubano Julio Antonio Mella.
FUEGO DE ARTIFICIO
Nadador, apuesto, con explosiones como de fuegos artificiales, Mella cautiva a la mujer siete años mayor. Mientras sueñan con el hombre nuevo, comunista, solidario, hacen el amor y viven de manera sísmica hasta que el cubano es asesinado de dos disparos de un revolver calibre 38, como el que solía usar Vidali.
“En el caso de Mella, yo sí creo que Vidali tuvo algo que ver. Tal vez no lo hizo pero impulsó a que se delatara su planeada invasión a Cuba, y se enterara el dictador cubano Gerardo Machado para que lo mandara matar”, explica Marcucetti, quien hizo la novela después de haber leído decenas de libros de Tina, de Vidali y de la época.
Sola, con el dolor de la pérdida de su más grande amor, la fotógrafa acepta a Vidali como pareja, pero su compatriota estaba casado con la causa comunista y jamás la ama.
Los abusos de Stalin, de los que no escapó ni el alineado Vitali, los crímenes del comunismo, a veces similares a los del fascismo, y el giro de la Unión Soviética tras la muerte del dictador forman parte de la trama y causan en Modotti una decepción, tal vez la real causa de su muerte.
“Ella sufrió de decepción anticipada. Al final no quería saber de comunismo; murió fuera del Partido, decepcionada, sin creer en nada ni en nadie. Para mí esa la causa de su muerte fue una terrible decepción”, concluye la novelista.
LO POETICO COMO IDEOLOGÍA
Los personajes de la novela ven morir los sueños de hacer un mundo mejor. Marcucetti no toma partido por izquierdistas o grupos de derecha, pero tiene clara una idea: el mundo se salvará si apuesta a la belleza, si recupera lo humano, lo poético.
“Hay una relación poco profunda entre las personas; no hay poesía en las relaciones. Tal vez al mundo le falta poesía, le falta sensibilidad. El ser humano tiene una parte maravillosa y al final debemos reconocer eso”, asegura.
Acepta que, a diferencia del camino tomado por Tina Modotti, Mella y Vidali, con una apuesta a algo que ha sido más de lo mismo, la humanidad solo saldrá adelante con un modelo basado en el civismo, el humanismo y el no egoísmo.
“Son palabras bonitas, pero se quedan en eso. Yo me pregunto las cosas; por eso escribo libros. En esta novela traté de ser justa porque la justicia es importante en todo lo que hagamos”, agrega.
Tina, mujer sensible, fuerte desde la delicadeza, abandona la fotografía, deja la lucha, los sueños y termina encerrada en una especie de caracol que, según la autora nadie podrá abrir jamás.
“No quise tomar la voz de ella en primera persona. Uno de mis propósitos fue dejar a Tina en el misterio. Fue alma libre y rota, eso sin dudas; hasta ahí podemos decir”, concluye.