Washington, 20 jun (EFE).- Mientras sus compinches allanaban la sede del Partido Demócrata, Alfred Baldwin vigilaba desde la habitación 214 del hotel de enfrente por si llegaba la policía. Cincuenta años después, el Hotel Watergate permite a sus huéspedes revivir en ese cuarto el escándalo político más sonado de Estados Unidos.
Rebautizada como “Scandal Room” (Habitación del Escándalo), todo en su interior evoca a la fallida operación de espionaje orquestada por la campaña de reelección del entonces presidente Richard Nixon (1969-1974), que derivó en la dimisión del republicano dos años después.
Fue en este lugar donde Alfred Baldwin, exagente del FBI vinculado a la trama, se distrajo la noche del 17 de junio de 1972 viendo la televisión y no avisó a sus compañeros de que había llegado una patrulla. Un error por el que acabaría cayendo el presidente.
Con un precio que ronda los 1.500 dólares la noche, el cuarto “ofrece una experiencia única para aquellos que quieran ver con sus propios ojos dónde se orquestó el golpe del Watergate”, cuenta a Efe el director general del hotel, el español Manuel Martínez.
“Los clientes se sienten atraídos por el escándalo que se originó aquí”, añade el director mientras recorre el espacio, inmortalizado en ficciones como “All the President’s Men”, “Forrest Gump” o “Gaslit”.
EL BALCÓN PERFECTO
La palabra Watergate, que todo el mundo asocia con la caída de Nixon, es en realidad el nombre de un complejo de edificios levantados entre las décadas de 1960 y 1970 en Washington, a orillas del río Potomac, que albergan apartamentos de lujo, oficinas y el hotel homónimo.
Apenas hay diez metros de separación entre el balcón semicircular de la “Scandal Room” y las ventanas de las oficinas que en aquella época regentaban los demócratas y que hoy son sede de compañías y despachos de abogados.
“Desde el balcón de esta habitación se puede ver, justo enfrente, dónde estaba la sede del Partido Demócrata”, cuenta Martínez.
Era, por tanto, el lugar perfecto para que Baldwin actuara de vigía mientras Virgilio González, Bernard Barker, James McCord, Eugenio Martínez y Frank Sturgis se colaban en el cuartel demócrata para colocar micrófonos. Pero el plan tuvo fisuras.
“Dos oficiales de policía acudieron llamados por alguien que vio una actividad sospechosa a altas horas de la noche. Esas personas fueron detenidas allí y otra aquí, en el hotel”, relata el director.
Medio siglo después, todo tipo de objetos cuidadosamente seleccionados por la prestigiosa diseñadora británica Lyn Paolo, como una máquina de escribir, una vieja caja fuerte y un sofá de cuero rojo, retrotraen el cuarto a esa época.
UN VIAJE AL PASADO
Nixon habría tenido difícil conciliar aquí el sueño, porque todo recuerda al ocaso de su carrera política, incluida una copia colgada en la pared de su carta de dimisión, firmada el 9 de agosto de 1974.
También figuran una decena de portadas de prensa para la historia como el famoso “Nixon Resigns” (“Nixon dimite”) del The Washington Post, y otras del The New York Times, Los Angeles Times, Life y Newsweek.
No es para menos, puesto que el trabajo de la prensa fue clave para que el allanamiento, que al principio se consideró un caso de robo, derivara en un juicio político contra Nixon y su dimisión.
La más destacada fue la investigación de los reporteros Bob Woodward y Carl Bernstein, del Post, que revelaron los intentos de la Casa Blanca para encubrir el escándalo gracias al chivatazo de una fuente que apodaron “garganta profunda” y cuya identidad, la del agente retirado del FBI Mark Felt, se revelaría décadas después.
Este viaje al pasado lo emprendió el pasado jueves, al cumplirse los 50 años de los hechos, un hombre británico que se hospedó en el cuarto y al que Martínez definió como “fanático de la historia contemporánea de Estados Unidos”.
A pesar del aura de intriga que rodea el lugar, la privacidad de los huéspedes está garantizada en la “Scandal Room”. Manuel promete que el único micrófono que ha entrado en el cuarto es el que se utilizó para la entrevista.