México, 12 ene (EFE).- Para que “las niñas y las mujeres estén seguras también en Internet” es para lo que trabaja la mexicana Olimpia Coral Melo, cuyo caso de violencia sexual digital inspiró en su país la ley que lleva su nombre y que sanciona hasta con seis años de cárcel la difusión no consentida de imágenes de contenido sexual e íntimo.
La activista feminista cuenta en entrevista con EFE que la lucha que lidera contra este tipo de violencia nació tras la difusión sin consentimiento de un vídeo sexual suyo por parte de un exnovio. Cuando quiso presentar la denuncia, le dijeron que ese delito no existía en México.
Desde 2021, un conjunto de reformas a la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia y al Código Penal de México llevan su nombre y ha inspirado leyes similares que se han analizado en Argentina, Honduras y Ecuador.
“Después de un tiempo considerable de sentirme mal y culpable, además en un momento en el que no se reconocía como violencia, fue mi familia la que me hizo ver que no era algo malo. Después conocí a más mujeres que como yo habían sido víctimas de esto y comenzamos una lucha para primero, que se reconociera que era violencia y, segundo, que se le diera un tipo penal”, explica.
Según un estudio publicado en México en diciembre pasado, 95 de cada 100 víctimas de violencia digital son mujeres y 8 de cada 10 personas agresoras (identificadas) son hombres “y personas cercanas a esas mujeres”, agrega.
Reconocida por la revista Time como una de las 100 personas más influyentes en 2021 gracias a su trabajo, Olimpia Coral Melo va ahora tras el pronunciamiento y la condena internacional de la violencia sexual digital. Coral quiere que en el mundo entero se reconozca que las agresiones virtuales traspasan las pantallas hacia la vida real.
“Aunque sea virtual es real. Cuando eres sobreviviente de esta violencia sexual, de la difusión o producción no consentida de material íntimo, sientes que fuiste violada sin ser penetrada. Una siente que violan su cuerpo con cada “like”, con cada “compartir”, con cada “me divierte”, con cada comentario, con cada interacción”.
“Y lo peor es que no solo viola quien publicó el vídeo sexual o quien publicó la fotografía, violamos todos y todas cuando interactuamos en esta violencia comunitaria que se da a través de Internet”, agrega.
DE PUEBLA A AMÉRICA LATINA
El primer lugar que aprobó la ley Olimpia fue Puebla, el estado de México donde ella nació. Desde ahí se extendió poco a poco a otros estados hasta llegar al Congreso y al Senado nacional.
“No lo hice sola. Fue gracias a decenas y decenas de mujeres que como yo habían sido víctimas de violencia sexual en Internet y que comenzamos una lucha en la que todavía seguimos”, cuenta.
“Hoy (la ley) se ha aprobado en todo México, pero también se ha presentado en Argentina, Ecuador, Los Ángeles (California, EE.UU.) y Honduras. ONU Mujeres la ha reconocido como un hito para los países de América Latina y esto ha ayudado a entrar en diferentes conciencias, en diferentes congresos”, destaca.
Sin embargo, la ley Olimpia no busca “que todas las personas estén en la cárcel” ni que no puedan vivir su sexualidad a plenitud. Tampoco “es avaladora de la cultura porno”. Por el contrario, busca evitar “que una mujer y o una niña sufra este tipo de violencia”.
“Se la conoce como ‘pornovenganza’ pero no es eso. Eso sería reducirla y justificaría una cultura porno que objetiviza, sexualiza y que minimiza nuestros cuerpos a ser objetos sexuales. Decirle venganza significaría darnos una responsabilidad a nosotras por amar, por confiar, por vivir nuestra sexualidad, por no tener educación digital”, precisa.
Que la ley que lleva su nombre se esté extendiendo por la región también es para Olimpia “un tipo de justicia”. “Cuando me pasó -relata-, cada vez que alguien buscaba en Internet aparecía: ‘Olimpia, la gordibuena de Huauchinango’. Cada vez que me buscaban en las redes sociales, lo primero que aparecía era un vídeo sexual de mí. Mi nombre estaba relacionado con un vídeo sexual al alcance de cualquier persona con un clic. Mi cuerpo, mi vida, mi nombre, mi piel eran completamente de dominio público patriarcal”.
“El hecho de que ahora una parte de mí (la ley), que no me pertenece, esté también dándose en otros espacios y otras fronteras, ayuda y es un tipo de justicia”, enfatiza.
Olimpia Coral lamenta que en América Latina las mujeres tengan en común “las vivencias de una cultura completamente machista”. Pero agrega que “a la vez es una esperanza saber que cuando las latinas nos juntamos, conquistamos también espacios machistas”.
Todo esto, cuenta, ha aprendido al transitar en el camino del feminismo, del que le hubiera gustado saber mucho antes.
“Tal vez cuando publicaron mi vídeo sexual lo primero que hubiese entendido es que no era mi culpa y que era una condición estructurada de violencia sistematizada que ahora se ha trasladado a Internet, pero que no significa que por ser virtual no sea real. Pienso que a mí, el feminismo me ha dado una nueva condición de amarme a mí misma y de amar una lucha colectiva”.
Olimpia tiene ahora varios proyectos en mente entre los que figuran una campaña internacional, llevar la educación digital a las comunidades indígenas y poner en marcha una aplicación móvil para que las víctimas de esta violencia sepan qué hacer.
“No sé si alcance el tiempo para lograr todo esto, pero aquí seguimos. Serán unas u otras, pero Internet tiene que ser feminista. Tenemos que estar seguras también en Internet y en cualquier otro espacio que exista en el futuro”, concluye.