Tijuana (México), 6 jun (EFE).- Dentro de toda la movilidad humana que se percibe en la ciudad fronteriza de Tijuana, hay un sector que desde hace varios años se ha mantenido constante: los desplazados por la violencia interna en estados mexicanos como Michoacán y Guerrero, quienes han acaparado los albergues fronterizos, reflejo del exponencial crecimiento del crimen organizado en esa región del suroeste del país.
Así lo explicó este martes José María García Lara, director del albergue Juventud 2000, ubicado a solo un kilómetro del puerto fronterizo de San Ysidro, que da entrada a Estados Unidos.
“Desafortunadamente no ha bajado la llegada de migrantes de Michoacán y Guerrero al albergue, y creo que en los demás albergues sigue sucediendo la misma situación, ya que no se ha logrado controlar esta problemática de inseguridad y desplazamiento forzado”, subrayó en una entrevista con EFE.
El mayor porcentaje de los migrantes que ahí se albergan son desplazados mexicanos, entre ellos varias madres solteras jóvenes y muchos niños y adolescentes, a quienes sacaron de sus pueblos por temor de que fueran a reclutarlos.
El activista resaltó que, si bien, hace dos años se vio una oleada masiva de personas desplazadas de estos estados, “eso no significa que esta situación se haya terminado o que se hayan solucionado los problemas en aquellos estados”, sino al contrario, “porque ahora están saliendo también personas por desplazamiento forzado de la comunidad de Chiapas”.
“Esto pareciera no terminar, siguen llegando, no en la misma cantidad que antes, pero no dejan de llegar personas y familias diariamente de esos estados y eso habla mucho de la situación que se vive en aquella región del país”, indicó.
Amenazas de muerte, cobros de piso, secuestro, extorsiones, asesinatos y desapariciones son solo algunos de los factores por los que familias y hasta comunidades enteras han tenido que dejar sus hogares y sus patrimonios, ya no solo tratando de buscar un mejor futuro para sus hijos, sino tratando de resguardar su integridad y sus vidas.
TODOS LOS DÍAS SE VIVE CON VIOLENCIA
Un joven desplazado del estado mexicano de Michoacán, quien decidió permanecer anónimo por seguridad, compartió a EFE que en la comunidad de donde es originario, todos los días se vivían diversos episodios de violencia “que no siempre son publicados en la prensa” por la misma cuestión de yugo que viven todas las personas en ese sitio.
“Ahí se da mucho lo que es el cobro de piso (extorsión), la gente tiene que pagar piso y si no lo hacen inician con lo que es la violencia. Yo tenía un negocio y así es como empiezan, te llegan y te van cobrando piso y no hay quien se salve, a todos en su momento les llega y eso pues hace las cosas más difíciles”, señaló.
Él tuvo que salir con su esposa y su hijo por esta situación, lo cual le causa una sensación de impotencia “porque yo estaba bien, pues prácticamente estable yo con mi esposa, me sentía bien, tengo mi carrera, soy arquitecto y pues digo, uno piensa que no nos debemos ir nada más porque ellos quieren, yo en realidad no quería irme, pero nos orillaron a eso”.
TEMOR DE QUE RECLUTEN A LOS HIJOS
Hortensia Moreno, también originaria de Michoacán, explicó que ella salió de su estado natal con su hijo de 14 años debido a que en dos ocasiones intentaron secuestrarlo, luego de que a su esposo también lo secuestraran y lo asesinaran integrantes del crimen organizado que operan en la región.
Lo que antes era tranquilidad en sus comunidades, dijo, después pasó a generarles “un miedo horrible” cuando el crimen organizado comenzó a reclutar menores entre sus filas: “Sí, se están llevando a muchos chavitos, los traen por allá trabajando y por eso querían a mi hijo, para que trabajara con ellos”.
Así como Hortensia, el mayor temor que tienen las madres que salieron con sus hijos fue que un día se los llevaran y fueran reclutados por el crimen organizado, lo cual ya no les garantizaría que un día fueran a regresar o siquiera saber alguna noticia de ellos, de ahí la razón de dejar todo atrás para protegerlos.