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Un hondureño recién llegado a los Estados Unidos da muestras de sus habilidades aprendidas en el circo en donde nació.
Williams Viera | [email protected]
Fotos crédito: Williams Viera | HOLA News
-“El circo está aquí”, gritaba una niña desde el interior de un automóvil que pasaba por la calle. Y ella tenía razón. En sus palabras sintetizaba lo que es la legión circense, pero ahí no había un desfile bajo las luces tornasoles ni una redonda pista recubierta de aserrín.
Lo que se veía era el asfalto de la calle y sus carriles ocupados por los vehículos. El único artista, sin que le diera importancia a la extenuante temperatura, vestía de gala con ropa llamativa: zapatones y nariz roja, gorra de colores y un amplio pantalón amarillo, que hacía malabarismo lanzando al aire, de manera alternativa y contínua, cuatro anillos y después de esa rutina, realizaba otro acto con las masas o clavas de malabares con tres de esos utensilios.
INMIGRANTE
“Soy un artista que vive de la cultura del circo”, dijo el hondureño Luis Armando Dávila Bolaños, de 31 años y oriundo de Comayagua, conocida como ‘La Antañona’, una de las ciudades más antiguas de esa nación centroamericana, mientras realizaba su presentación y expulsaba fuego de su boca en la esquina de Old Lexington y Sprague, en Winston-Salem, Carolina del Norte.
“Hace cerca de dos meses llegué a Estados Unidos junto a mi señora, Marcia Jacqueline (26 años), y con ella el resto de nuestra familia, integrada por Tiffy Charlotte (11), Josua Fareth (7) y Aitame Merea (5). Nací en un circo. Soy trapecista, payaso y malabarista. Mi trabajo ha sido realizar esas tres labores desde niño”, dijo este inmigrante que, con lo que hace, al menos, consigue llevar el pan a la mesa de su familia.
FUTURO
“He llegado con la esperanza de tener una casa para mi familia y espero conseguirla trabajando, si así lo quiere Dios. Durante el recorrido de allá para acá, hice lo mismo. Los espectadores lo entienden y me pagan, poco o mucho, por los minutos de entretención que les proporciono”, dijo Dávila Bolaños, conocido como ‘Trikitraka y la Matraca’.
Él sabe que la vida de un circense puede llegar a ser muy difícil en algunas ocasiones porque las personas que disfrutan de su show no se dan cuenta de cuántos silencios existen.
Tenemos que decir en este relato urbano que él y su familia, como todo inmigrante que inicia su camino en otra nación, vive a la deriva desde que empieza su recorrido desde su país natal hasta llegar, por ejemplo, como en este caso, a territorio estadounidense y siente, como dicen los psicólogos, el denominado flujo emocional de la autoestima y del desarraigo.
PRESENTACIONES
Dávila Bolaños y familia apenas están asimilando lo que es vivir en el exterior. En tanto, él no olvida lo que debe seguir haciendo.
El suspenso se apodera de la función, cuando sorbe un líquido de una botella y lo guarda en la boca; después se acerca a una antorcha previamente encendida y a la vez expele la sustancia inflamable sobre el fuego con lo que se genera la llamarada.
En el ambiente se escucha el “¡O00h!, increíble” acompañados de aplausos y del sonido de algunos pitos agradeciendo la función mientras él esperaba alguna retribución económica por su trabajo circense callejero.
Para contactarlo para que amenice todo tipo de eventos, pueden llamarlo al número: (336) 901-1568
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