Miami, 25 may (EFE).- Más de 40 restos momificados de personas y animales de distintas épocas y culturas y 80 objetos relacionados con la conservación natural o artificial de los cuerpos después de la muerte se muestran en una gran exposición, que abrirá sus puertas al público este fin de semana en Miami (Florida).
El Museo de Ciencias Phillip y Patricia Frost es la nueva parada de “Momias del mundo”, una exposición itinerante que reúne piezas originarias de Egipto, Sudamérica y Europa, algunas verdaderamente impactantes como las tres momias de una familia húngara, padre, madre e hijo de un año, vestidas con réplicas de ropa de época.
Los Orlovits, que fallecieron en distintas fechas a comienzos del siglo XIX, fueron enterrados en una vieja iglesia y sus cuerpos se momificaron naturalmente debido a las condiciones del lugar.
“Ciertamente, la mayoría de las culturas tienen una manera de preservar los cuerpos. Incluso nosotros, si embalsamamos a nuestros seres queridos después de la muerte y hacemos un velorio con ataúd abierto”, dice a EFE Cassie Freund, directora de comunicación científica del Museo Frost.
MOMIAS NATURALES Y ARTIFICIALES
En la exposición, obra de World Heritage Exhibitions y Neon, hay momias “naturales” como las de los Orlovits y otras que son producto de procesos para preservar los cuerpos de personas más allá de la muerte, algo en lo que los egipcios fueron unos maestros, pero no los únicos.
Las cabezas reducidas (jibarizadas) de los enemigos eliminados por guerreros de las selvas amazónicas, que eran usadas como trofeos y adornos, dan prueba de ello en esta exposición.
También hay restos momificados de seres humanos que se usaban hace siglos en las clases de anatomía de las facultades de Medicina en Europa y hasta una momia “moderna” y estadounidense fabricada en 1994 siguiendo los métodos de los embalsamadores del antiguo Egipto.
“Mumab”, fruto del trabajo de un egiptólogo, Bob Brier, y un anatomista, Ronn Wade, es la más joven y la única momia de la exposición que presenta un aspecto pulcro.
Los tejidos naturales que cubren el cuerpo están inmaculados y aun no pegados a lo que contienen y sobre la zona del pecho está colocado un objeto en madera con la forma de la cruz ansada o Anj, el jeroglífico egipcio de la vida eterna.
Se exponen además varios sarcófagos de momias egipcias de distintas épocas y momias de gatos y halcones, que se introducían en las tumbas para que acompañasen al enterrado allí.
En las áreas dedicadas a Egipto hay vasos funerarios, máscaras mortuorias, escalpelos, cuchillos y otro útiles para el embalsamamiento, amuletos en forma de escarabajos, figuritas de divinidades o de familiares del difunto, sustancias olorosas y distintos tipos de tejido para envolver los cuerpos.
Las momias de Sudamérica, entre las que hay tanto naturales, provenientes de Perú y Chile, como otras en las que “la naturaleza ayudó”, según Freund, pero también se aplicaron técnicas de conservación creadas por el hombre, tienen un espacio propio.
Destaca la figura de un niño y varias momias de fardo o canasto, como se conoce a las halladas en enterramientos de culturas de lo que hoy es Perú.
MATERIAL SENSIBLE
Dos aristócratas alemanes del siglo XVII enterrados en una cripta de su castillo, él con las botas de cuero hasta la rodilla con las que fue metido en el ataúd, son las primeras momias con las que se topa el visitante.
Impresionan, pero no más que el pequeño Johannes Orlovits, quien murió al cumplir un año de edad y tiene los pies atados, algo que, según dice Freund, era una costumbre de la época.
“Las piezas de “Momias del mundo” son material “sensible”, de ahí que el Museo Frost haya publicado un texto para los padres en el que los encarece a hablar con sus hijos menores antes y después de la visita, a la que no se permite la entrada de menores de 12 años si no están acompañados de adultos
“Queremos que la gente sea consciente antes de que al entrar aquí hay restos humanos reales, y en particular de niños. Porque creo que, dependiendo de tus experiencias de vida, eso puede ser difícil. Así que solo queremos que la gente sea consciente”, dice la directora de Comunicación Científica del museo. E