Denver (CO), 7 dic (EFE).- Este año se ha registrado una avalancha migratoria en Denver y Colorado, donde la ayuda millonaria oficial no da abasto para afrontar la llegada de “autobuses fantasma” llenos de extranjeros, cientos de los cuales incluso establecieron un campamento en un túnel de desagüe en Fort Collins por el frío y la falta de techo.
Colorado, como también Illinois, Nueva York y Massachusetts, son los destinos de migrantes enviados este año por tierra y aire por políticos de estados republicanos como Texas y Florida, en protesta por la política migratoria del presidente del país, el demócrata Joe Biden.
“Necesito ayuda con alimentos. Y necesito conseguir trabajo. Y tampoco tengo dónde quedarme. No tengo cómo hacer llamadas ni acceso a wifi”, dijo a EFE desesperado el venezolano Marcelo mientras esperaba ayuda frente a un centro comunitario de Denver, capital del estado de Colorado.
“Amigo, no me gusta pedir, quiero trabajar. ¿Me entiende? Estoy buscando alguna iglesia que ayude con trabajo porque ya no puedo con el frío. Hace días que no tengo refugio y no aguanto horas caminando”, explicó el migrante, que llegó hace una semana a Denver y prefirió no dar su apellido.
Marcelo es uno de los más de 33.000 inmigrantes, principalmente venezolanos y colombianos, y ahora también dominicanos, que comenzaron a llegar a Denver desde diciembre de 2022.
Desde entonces, la municipalidad destinó 33 millones de dólares a gastos de alojamiento, alimentación y salud, cantidad tres veces superior al presupuesto anual de emergencias de la ciudad.
Albergues de por vida
Según Servicios Humanos de Denver (DHS), actualmente unos 3.000 inmigrantes siguen en los albergues municipales y se anticipa que ese número aumentará porque cada día llegan de 100 a 200 más de Texas a Colorado en los llamados “autobuses fantasma”.
“Si las cifras aumentan, si la gente no se va (de los albergues), se creará un conflicto y un problema”, dijo a la prensa Jon Ewing, portavoz de DHS. “A largo plazo necesitaremos sacar a las familias de los refugios para que trabajen y estén en otra situación”, agregó.
Entretanto, potencialmente miles de otros inmigrantes, incluyendo familias con niños, viven en “campamentos” en Denver, así como en improvisados albergues en pequeñas ciudades de Colorado.
En Denver, “no queremos ver niños en la calle”, por lo que las familias con hijos pequeños podrán quedarse en los albergues municipales “todo el tiempo que sea necesario” durante el invierno, dijo Ewing. Agregó que las personas solas solo podrán quedarse 14 días.
Por su parte Cristy, quien llegó a Denver en noviembre, dice no conseguir fórmula para su bebé. “Vengo llegando con mi familia y mis hijos y no contamos con ningún tipo de ayuda para comer. Quisiera tener comida gratis, pero no la llevan adonde estoy y no puedo ir a buscarla”, aseguró.
Indicó que trató de hablar con varias organizaciones locales de beneficencia y los servicios de ayuda de emergencia de Denver, pero los teléfonos están siempre comunicando.
“Soy venezolano. Tengo un mes de haber llegado a Denver y todavía no he podido entrar a ningún programa de ayuda”, explicó a su vez Juan López.
Denver, dijo Ewing, implementará “grandes cambios a largo plazo” para ayudar a los migrantes, incluyendo la contratación esta semana de unos 150 empleados bilingües a tiempo completo.
Sorpresa en las escuelas
La masiva llegada de niños hispanos ha saturado las escuelas de Denver y sus suburbios, que además carecen de maestros bilingües.
Las Escuelas Públicas de Denver (DPS) recibieron 2.200 nuevos estudiantes este nuevo año escolar. A las Escuelas Públicas de Aurora (APS, al este de Denver) llegaron otros 1.600 alumnos, principalmente de Venezuela y Colombia, pero también de México, Honduras y Guatemala.
DPS transformó las bibliotecas de algunas escuelas en aulas y en un caso creó una “escuela dentro de la escuela” enfocada en los nuevos estudiantes.
“Francamente, en las escuelas nos tomaron realmente desprevenidos, (pero) estamos muy contentos de tenerlos aquí (a los niños inmigrantes)”, comentó Nadia Madan-Morrow, directora de la Academia Place Bridge de DPS, donde los hispanos son el grupo predominante con el 36 % de los 1.000 alumnos.
Aquellas familias inmigrantes que se trasladan a pequeñas localidades alejadas de Denver por el costo de la vivienda en la capital estatal llevan consigo los mismos problemas.
En zonas tan distantes como Durango, en el rincón suroeste de Colorado, las escuelas locales recibieron 29 nuevos estudiantes hijos de inmigrantes. Y en Brighton, al noreste de Denver, 273 nuevos alumnos se presentaron el primer día de clases.
Y en muchos casos los nuevos inmigrantes no encuentran viviendas para alquilar y mucho menos para comprar.
Fort Morgan, en las praderas del este de Colorado, se ha convertido, debido a la industria frigorífica local, en un lugar preferido para inmigrantes hispanos, que ahora representan el 53 % de los 11.000 habitantes. Pero hay pocas viviendas disponibles.
En Fort Collins, en el norte de Colorado, la policía informó esta semana del hallazgo de un “campamento” dentro de un túnel de desagüe donde había unas 400 personas, muchas de ellas al parecer inmigrantes.
Y en la pequeña localidad de Rifle, en el oeste de Colorado, unos 100 inmigrantes vivían debajo de un puente.