Washington, 14 feb (EFE).- Tras años preparándose, Nikki Haley confirmó este martes un secreto a voces: está lista para optar a la Presidencia de Estados Unidos. Su propuesta, patear matones subida en sus zapatos de tacón, como ella misma ha dicho, y sacar del tablero a su antiguo jefe Donald Trump.
La exembajadora de Estados Unidos en la ONU, de 51 años, se ha convertido en la primera republicana que ha dado un paso al frente para disputar la candidatura presidencial del partido a Trump (2017-2021).
Entre bambalinas, la exgobernadora de Carolina del Sur (2011-2017) ha pasado los últimos cuatro años preparándose y llevaba tiempo insinuando que se presentaría. Este martes lo ha hecho con un video publicado en redes sociales en el que ha insistido en que “es momento para una nueva generación de líderes” que fortalezcan el país.
Fiel a su estilo duro y su imagen de independiente, Haley ha apuntado -sobre imágenes de políticos demócratas y de Xi Jinping y Vladimir Putin- que no soporta a los matones y que los enfrentará con firmeza, porque “cuando respondes, les duele más, si llevas tacones”.
Casada con un veterano de la guerra de Afganistán, Nimrata Nikki Randhawa Haley, su nombre completo, nació en Bamberg (Carolina del Sur, Estados Unidos) en enero de 1972 en un hogar de emigrantes sijs, originarios del Punjab en la India.
En 2011 se convirtió en la primera mujer y la segunda persona con orígenes indios, tras el gobernador de Luisiana, Bobby Jindal, en ocupar la gobernanza de un estado en la historia de Estados Unidos.
Educada en colegios de su localidad natal, se graduó en Contabilidad en la Clemson University y comenzó a trabajar en la empresa textil de su madre, Exotica International, que con el tiempo llegó a ser un negocio multimillonario.
Su carrera como empresaria continuó, ocupando varios cargos en asociaciones empresariales, y entró en política en 2004, cuando logró un puesto en la Cámara de Representantes de Carolina del Sur.
Miembro del extremista “Tea Party”, Haley optó en 2010 al puesto de gobernadora del estado de Carolina del Sur, y recibió el apoyo del antiguo gobernador de Massachusetts y ex candidato presidencial, Mitt Romney, y de la gobernadora de Alaska, Sarah Palin.
Durante el tiempo que fue gobernadora ocurrió una de las mayores matanzas de tintes racistas de la historia de Carolina del Sur, cuando en 2015 asesinaron a 9 afroamericanos en una iglesia baptista del estado.
Haley lideró entonces el movimiento para retirar la bandera y promovió una comisión del Senado estatal que decidió que la bandera no ondearía más en el edificio oficial.
Pese a esto, Haley siempre ha defendido que Estados Unidos no es un país racista, aunque su propia familia sufrió discriminación, ha contado en alguna entrevista: “Mi madre siempre me dijo que no había que enfocarse en las diferencias, sino en las similitudes”, apuntaba este martes en el vídeo.
Durante la campaña por la nominación republicana de Donald Trump en 2016, fue una de las personas que más abiertamente rechazó y criticó los comentarios del magnate neoyorquino.
De hecho la relación entre Trump y Haley ha estado salpicada por ácidos intercambios de críticas tácitas, concentradas en las duras propuestas migratorias del millonario neoyorquino y su resistencia a condenar grupos supremacistas blancos, como el Ku Klux Klan (KKK).
Partidaria de “disminuir el volumen” porque “cuando el sonido es más bajo, puedes de hecho escuchar lo que alguien está diciendo”, como ella misma comentaba en una entrevista, Haley opina que Trump contribuyó a diseminar “palabras irresponsables” por todo Estados Unidos.
Siguiendo el consejo de “mantén a tus enemigos cerca”, tras ser elegido presidente, Trump la nombró embajadora de Estados Unidos ante la ONU.
Un mandato que destacó por su voluntad de hacer valer la “fuerza” de su país, el apoyo a sus aliados -especialmente a Israel- y asegurarse de que estos devolvieran el respaldo.
Haley permaneció dos años en el puesto, tiempo en el que tuvo que lidiar con temas como Irán o Corea del Norte y en el que no faltaron las desavenencias con el presidente.
Durante su tiempo como embajadora de la ONU se presentó como una figura muy diferente a la de Trump, un contraste que se hizo evidente con la criticada reacción del ahora expresidente a la demostración de fuerza de neonazis y supremacistas blancos en Charlottesville (Virginia).
El 9 de octubre de 2018 anunció que dejaría el cargo a finales de año, una jugada que los expertos interpretaron como una táctica para distanciarse de Trump, de cara a su futura candidatura.
Aunque Haley había dicho en el pasado que no iba a buscar enfrentarse a Trump si este volvía a postularse, en los últimos tiempos su mensaje ha cambiado y ha defendido la idea de que el país “debe mirar hacia un camino diferente”, precisamente cuando el expresidente no vive sus mejores tiempos.
Haley ha sido residente del condado de Charleston y votante registrada desde que dejó su puesto de embajadora ante las Naciones Unidas en 2018 y vive con su familia en Kiawah Island.