Washington, 23 dic (EFE).- “Tu trabajo debería ser juzgado por tu jefe, no por un extraño”, cuenta Adam Eidinger. Tras varios años como camarero, comienza a vislumbrar lo que muchos trabajadores del gremio ansían en Estados Unidos: la posibilidad de no depender de las propinas.
El Distrito de Columbia, donde se localiza Washington, la capital de EE.UU., podría despojarse de la cultura de la propina muy arraigada en el país tras un referéndum en el que el 74% de los votantes aprobaron que los camareros tengan un salario mínimo sin necesidad del dinero extra que aporta el cliente.
Sin embargo, la llamada iniciativa 82, que todavía no ha entrado en vigor, también ha causado revuelo entre los restauradores, quienes no ven “ningún sentido” a la propuesta.
La medida entrará en vigor el 1 de enero de 2023, estableciendo una retribución de 6 dólares por hora el primer año y un aumento gradual hasta llegar al salario mínimo en 2027, aunque antes debe ser revisada por la asamblea legislativa del Distrito de Columbia.
En caso de implementarse, este territorio se sumaría a Alaska, California, Minesota, Montana, Nevada, Oregón y el estado de Washington, donde las propinas ya no vienen de serie.
Tras trabajar en la industria de la restauración y vivir de primera mano los entresijos del sistema de las propinas, Eidinger decidió abogar por los derechos de los trabajadores y convertirse en uno de los impulsores de la iniciativa 82.
Durante su etapa como mesero, Eidinger vio como el sistema de propinas era “confuso” y daba pie al “robo del salario”, así como a la discriminación de mujeres y trabajadores “no blancos” al recibir menos propinas que los blancos. “Tu trabajo debería ser juzgado por tu jefe, no por un extraño que te juzga por tu apariencia”, reivindica a EFE Eidinger.
La iniciativa ha contado con el apoyo de grupos como Restaurant Opportunities Centers United (ROC-DC), cuya organizadora principal, Sophie Miyoshi, cree que permitirá a los empleados sortear el “acoso de algunos clientes”, además de revertir el que considera el principal problema del sistema: la “extrema” dificultad para controlar a dónde va a parar finalmente el dinero de las propinas.
En la era de las transacciones digitales, la “mayoría de pagos se hacen mediante tarjeta de crédito”, por lo que los trabajadores reciben sus propinas a final de mes junto a su sueldo, explica a EFE Miyoshi.”Hay poca por no decir cero transparencia frente a eso”.
Algunos restauradores de Washington ya han hecho campaña para que el proyecto no prospere y la Junta del Distrito de Columbia la revoque como hizo con la iniciativa 77, predecesora casi idéntica de la 82, en 2018.
No obstante, la portavoz de Phil Mendelson, presidente de la Junta del Distrito de Columbia, asegura a EFE que “no tiene intención de derogar la iniciativa”.
También hay trabajadores que se posicionan en contra: Los impulsores de la propuesta calculan que solo el 10% no da su apoyo, algo que ROC-DC achaca a la “desinformación” promovida por grupos de presión de la oposición.
Y es que la propina no se eliminaría, principalmente porque “es muy difícil deshacerse de ella” en Estados Unidos y aún tiene un “buen futuro” en el sistema estadounidense, predice a EFE Michael Lynn, profesor de Comportamiento del Consumidor y Marketing en la Escuela de Administración de la Universidad de Cornell.
Los propietarios de establecimientos ya han advertido de que deberán afrontar la posibilidad de que los clientes opten por aportar menos dinero extra o directamente no hacerlo, ya sea mediante la creación de una tasa de servicio o la subida de los precios del menú para así mantener a sus trabajadores.
Es el caso de la Taberna del Alabardero en D.C., cuyo mánager, José Ramón Pereira, calcula que la aplicación de esta iniciativa, a su juicio “populista” y “sin sentido”, supondría un 10% más de gastos. Por ese motivo, se plantean incorporar un 10% de tasa de servicio a la cuenta.
Las propinas que reciben los camareros en este restaurante en pleno centro de la ciudad representan el 95% de su salario, por lo que Pereira argumenta que “este tipo de negocio sería inviable” en el Distrito de Columbia.
“En ningún restaurante en D.C. que esté dentro de la ley, nadie gana menos del mínimo”, recuerda Pereira, ya que actualmente la ley establece que si las propinas no permiten al trabajador llegar al sueldo mínimo, el propietario debe hacerse cargo de la diferencia. “Esto ya está cubierto, no tiene sentido alguno”, añade.
Por contra, el mánager del restaurante Mi Casita, Alberto Vázquez, ve adecuada la iniciativa como respuesta a la inflación, aunque alerta de que estados adyacentes como Maryland y Virginia no se rigen por ello y piensa que “la mayoría de los empleados van a buscar trabajo en otros lados”.
No existe solamente esa posibilidad, expone Lynn, que en el pasado fue camarero: “Los restaurantes lo están teniendo difícil para que la gente vuelva a trabajar en ellos tras la pandemia”.
Lynn argumenta que el salario “garantizado”, junto a las largas jornadas que tienen que desempeñar los camareros, les ha forzado a mirar hacia otro lado y buscar empleo fuera de la industria de la restauración, lo que se ha dado “en todo Estados Unidos” y arroja la duda sobre si este modelo competitivo de restauración es realmente el que tiene los días contados.