Nueva York, 10 mar (EFE).- La obra multisensorial del cineasta experimental, fotógrafo e inventor español José Val del Omar (1904-1982) llega por primera vez en Estados Unidos con una gran exposición que busca internacionalizar el legado del artista y que se inaugura este viernes en el Museum of the Moving Image de Nueva York.
“Era una persona que no encajaba bien en lo que sería tecnología o ciencia, y tampoco en los espacios cinematográficos puristas: era una persona entre medias, un genio como un renacentista”, plantea a EFE la comisaria de la muestra, Almudena Escobar López, en una visita previa a la apertura al gran público.
“Una de las razones por las que quizás no es tan conocido fuera del territorio español es por la soledad del inventor, y por la situación durante la época del franquismo, donde había falta de comunicación con el exterior”, agrega.
El granadino Val del Omar, que se autodenominaba “cinemista” (cineasta y alquimista), fue un “creador total” cuya obra, que usa un lenguaje cercano al videoarte, es “absolutamente moderna y sigue siendo vanguardista”, indica por su parte Piluca Baquero, sobrina nieta del artista y directora del archivo que lleva su nombre
EL CINE COMO EXPERIENCIA TRASCENDENTAL
“El cine sensorial: la pantalla infinita de Val del Omar”, como se llama la muestra, ahonda en su concepto del cine como una experiencia trascendental a través de varios espacios que siguen un itinerario cronológico y temático de su trayectoria, marcada por un momento de “iluminación” que vivió en 1928, cuenta Baquero.
Después de vivir una época en París en el periodo de entreguerras, donde se empapó del caldo de cultivo del cine vanguardista, Val del Omar se fue medio año a las Alpujarras a “reflexionar sobre el sentido místico de la energía” y volvió con algunas de las ideas que le convertirían en un visionario, agrega.
Ideas que en sus manos de autodidacta dieron lugar a tecnologías como el objetivo de ángulo variable, luego llamado “zoom”; el desbordamiento panorámico de la imagen, que excede los límites de la pantalla; el sonido diafónico, que opone altavoces frontales y traseros; o la tactilvisión, que buscaba unir la imagen y lo táctil.
La pieza central de la muestra, fruto de todo ello, es “Tríptico elemental de España”, el último proyecto cinematográfico en el que trabajó, hasta su muerte, y que abarca sus tres grandes cortometrajes, “Aguaespejo granadino” (1955), Fuego en Castilla (1960) -que ganaría un premio en Cannes- y “Acariño galaico” (1961), este último sin terminar.
DE LA SEGUNDA REPÚBLICA AL “JARDÍN DE LAS MÁQUINAS”
Se abordan sus inicios creativos en las Misiones Pedagógicas de la Segunda República, para alfabetizar a la población rural, y su paso por Valencia, donde escapó de ser asesinado por el régimen franquista gracias a su conocimiento técnico; de hecho, acabó colaborando con el gobierno con un “circuito perifónico” de estaciones acústicas con fines propagandísticos.
La capacidad para inventar de Val Omar abarcaba también las palabras, señala Escobar, y eso se refleja en los nombres que dio a sus creaciones, en textos técnicos escritos como poemas o en los “collages” que produjo en su mayoría en su laboratorio PLAT (Picto-Lumínica-Audio-Táctil) y que recogen su filosofía de la “mecamística” (unir máquinas y mística).
Ese laboratorio, que él llamaba su “jardín de las máquinas” y en el que pasó sus últimos años y su época más feliz, fue donado al Centro de Arte Reina Sofía (Madrid) pero hasta Nueva York han viajado algunas de sus ocupantes, como la óptica biónica y el tetraproyector, con los que creaba imágenes de aire onírico.
UN LEGADO “SIN FIN”
El interés en la obra de Val del Omar ha crecido en los últimos años entre el público joven a raíz del trabajo que ha inspirado en el artista contemporáneo y músico El Niño de Elche, pero forma parte de una época de “Renacimiento” que vive cuatro décadas después de su muerte, opina Baquero.
“Val del Omar, sin fin”, apodo con el que se conoce al cineasta porque terminaba así sus filmes en lugar del tradicional “Fin”, es también objeto de reflexión de cuatro artistas contemporáneos en la muestra, entre ellos el mexicano Colectivo Los Ingrávidos, que ha grabado un juego de pelota azteca a través de piedra de obsidiana.
“No termina Val del Omar solamente con lo que hizo cuando murió en el 82, sino que continúa más allá en el tiempo”, apostilla Escobar.