Washington, 23 jul (EFE).- Desde la preparación y gestión de lanzamientos hasta la fabricación de telescopios o el estudio de los asteroides: en el Centro de Vuelo Espacial Goddard de la NASA ocurre la verdadera magia de los hitos de la exploración del espacio.
A menos de veinte kilómetros de Washington está este enorme recinto, el más grande de los diez que la NASA tiene en el país, que acoge todo tipo de programas -y aventuras- de los científicos que trabajan para la agencia estadounidense.
Y es que aquí sucede, por ejemplo, “lo que se ve normalmente en las noticias cuando hay un gran lanzamiento” y el equipo lo celebra entre vítores, cuenta el español Víctor Ruiz, que lleva más de una década trabajando para la NASA, durante una visita de la prensa al Goddard.
Este ingeniero aeroespacial forma parte del equipo de la misión PACE, que se lanzará el próximo 9 de enero.
Si todo sale bien, el equipo celebrará el éxito del lanzamiento en una “habitación de control” de este centro, donde las cámaras están prohibidas para proteger los datos y desde la que actualmente se está estudiando cómo se va a controlar esta nave espacial en órbita.
“Estamos realizando todas las maniobras y recopilando los datos durante las 24 horas del día de los 7 días de la semana. No me gusta porque me tengo que quedar a trabajar por la noche”, explica entre risas el ingeniero aeroespacial.
PACE observará el color de los océanos, algo que “puede dar mucha información” sobre qué tipo de plantas hay en el mar, explicó el experto, quien recordó que el color viene dado por la interacción de la luz solar con partículas como la clorofila, un pigmento verde presente en la mayoría de las especies de fitoplancton.
Hace poco que PACE superó la prueba de sonido que se lleva a cabo en una “cámara de vibración” del mismo edificio, donde se comprueba que las naves soportan el ruido de lanzamiento antes de enviarlas al espacio.
De hecho, la Banda de los Marines de EE.UU. fue invitada este julio por el Centro Goddard para ver si podían igualar el volumen de una nave en el momento de su lanzamiento y “se quedaron bien cortos”, cuenta el director de ecología marina y puertorriqueño, Carlos del Castillo.
Lo bueno es que los músicos compusieron una fanfarria para el envío al espacio de PACE este enero.
En este centro también se están construyendo las piezas del telescopio Nancy Grace Roman, el primero con nombre de mujer y llamado así por la primera astrónoma jefe de la NASA.
El Roman, que será lanzado previsiblemente en 2026, puede hacer una foto cien veces mayor que otros telescopios como el Hubble o el James Webb, asegura a EFE la gallega Begoña Vila, cuyo trabajo como ingeniera de sistemas ha sido indispensable tanto para este aparato como para el Webb.
Este nuevo telescopio -que hace honor a su nombre al contar con un número notable de mujeres en su equipo- permitirá “encontrar más planetas, más galaxias y dar datos de lo que puede ser la materia oscura”, dijo Vila.
A un par de edificios de donde se construye el Roman, trabaja el astroquímico peruano José Aponte, que lleva más de diez años en la NASA estudiando muestras de asteroides más viejos que la propia Tierra.
Aponte está especialmente “emocionado” por la llegada de la sonda espacial OSIRIS-REx el próximo 24 de septiembre, porque traerá fragmentos de un asteroide que ayudarán a comprender el origen de la vida en el planeta, algo inédito para Estados Unidos.
“Hemos estado desarrollando esta misión por más de 14 años así que esa es una motivación muy importante”, bromea Aponte mientras enseña algunas “muestras extraterrestres” en el mismo laboratorio al que acude cada día.
Lo cierto es que las operaciones de este centro se caracterizan por que científicos e ingenieros trabajan de la mano, algo que no pasa en ningún otro centro de la NASA. “Aquí se piensa y se construye la misión”, describe Teresa Nieves-Chinchilla sobre el lugar que pisó por primera vez hace 17 años.
Esta española dirige el proyecto Solar Orbiter, una colaboración de la NASA con la Agencia Espacial Europea. La misión en estos momentos “se está acercando mucho al Sol”, a un 30 % de la distancia entre la Tierra y el astro. Con Solar Orbiter se podrán ver por primera vez los polos del Sol, para así poder predecir mejor los ciclos solares.
Para todos ellos, la verdadera “misión” ya lograda ha sido conseguir trabajar para la NASA.
La ingeniera peruana Rosa Ávalos-Warren recuerda que de pequeña le gustaban mucho las matemáticas y la ciencia, y ya quería formar parte de esta agencia espacial.
Ahora, lidera las comunicaciones y navegaciones del proyecto Artemis -que volverá a mandar al hombre a la Luna- y asegura que le encanta dar charlas para “fomentar la ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas” y “empoderar así a las generaciones de hispanos” que vendrán tras ella.
A ver si algunos de ellos quieren seguir su ejemplo y vivir también la experiencia de trabajar en la NASA.
Sara Soteras i Acosta