Denver (CO), 6 ene (EFE).- La práctica de la jardinería urbana, sea hogareña o comunitaria, ofrece marcados beneficios para la salud física y mental de los jardineros, revela un estudio científico difundido hoy por la Universidad de Colorado (CU) en Boulder.
Y entre los más beneficiados figuran los latinos, especialmente familias de bajos recursos.
Las investigaciones, consideradas como las primeras de su clase en Estados Unidos por ser “aleatorias y controladas”, duraron un año y fueron supervisadas por el Departamento de Estudios Ambientales de CU-Boulder, con fondos de la Sociedad Estadounidense contra el Cáncer (ACS).
Tras analizar los cambios en la salud de unos 300 participantes (todos del área de Denver) en el experimento y comparar esos cambios con personas que no se dedicaron a la jardinería durante el tiempo del estudio, los investigadores encontraron que “aquellos que comenzaron a cultivar un huerto comieron más fibra y realizaron más actividad física, dos formas conocidas de reducir el riesgo de cáncer y enfermedades crónicas”.
“También vieron disminuir significativamente sus niveles de estrés y ansiedad”, agrega el reporte publicado en la revista especializada The Lancet Planetary Health.
La doctora Jill Litt, profesora del Departamento de Estudios Ambientales y autora principal del estudio, aseveró en un comunicado que “estos hallazgos proporcionan evidencia concreta de que la jardinería comunitaria podría desempeñar un papel importante en la prevención del cáncer, las enfermedades crónicas y los trastornos de salud mental”.
Las investigaciones encontraron que los hispanos (que representaron un tercio de los participantes, en proporción con el porcentaje de hispanos en Denver) se beneficiaron con sus jardines urbanos al aumentar el consumo de fibra e incrementar en 42 minutos el tiempo de actividad física semanal. Además, “se redujo su nivel de estrés y ansiedad”.
Litt destacó que esos beneficios resultaron más importantes para las familias carenciadas porque, además de sembrar y cosechar frutas y verduras, “tuvieron la oportunidad de estar con otros” y, aun más importante, “aquellos inmigrantes que ya cultivaban alimentos en sus países de origen pudieron pasar recetas tradicionales a sus familiares y vecinos”.
Para los inmigrantes hispanos, especialmente aquellos que viven en apartamentos, esa “conexión social” creada por la jardinería urbana “es enorme”, sostuvo Litt, subrayando que esta actividad permite “compartir técnicas y recetas, y con el tiempo las relaciones florecen”.
El estudio fue realizado en cooperación con Jardines Urbanos de Denver (DUG), organización sin fines de lucro que cada año ayuda a unas 18.000 personas a cultivar sus propios huertos.
De hecho, según datos de la organización comunitaria The GrowHaus (que provee parcelas para cultivos en los barrios hispanos del norte de Denver), desde 2019 unas 600 familias de agricultores mexicanos “se reconectaron con alimentos saludables” y con “su asombrosa cultura de comidas” gracias a la jardinería urbana.
En ese contexto, Litt anticipó que el estudio sobre los beneficios de la jardinería podría expandirse incluso a nivel nacional. En tanto, dijo, los profesionales de la salud, legisladores y planificadores urbanos deberían “crear jardines comunitarios y otros espacios que animen a las personas a reunirse en la naturaleza, como una parte vital del sistema de salud pública.”