Toronto (Canadá)/Washington, 16 mar (EFE).- Cuando representantes de todo el mundo se reúnan la semana que viene en Nueva York para participar en la Conferencia de la ONU sobre el Agua -la primera en más de 40 años- deberán responder a una pregunta incómoda: ¿por qué sigue habiendo 2.000 personas que no tienen acceso al agua potable?
La propia ONU tiene algunas ideas. Un estudio publicado este jueves por el Instituto del Agua, Medio Ambiente y Salud de la Universidad de Naciones Unidas (Inweh), con sede en la localidad canadiense de Hamilton, acusa a la industria del agua embotellada de “frenar el progreso” hacia un suministro universal.
El informe asegura que “menos de la mitad de lo que el mundo paga cada año por agua embotellada -unos 270.000 millones de dólares -sería suficiente para asegurar durante años el acceso a agua del grifo potable para cientos de millones de personas que la necesitan”.
Los investigadores calculan que cada año se venden 350.000 millones de litros de agua embotellada en todo el mundo. Son un millón de botellas por minuto. Y se espera que la facturación de la industria casi se duplique, hasta los 500.000 millones de dólares, para 2030.
Pero el aumento de su consumo está enmascarando la falta de agua potable pública, y desviando recursos que se deberían utilizar en los sistemas de suministro.
“Considerando que hay 2.000 millones de personas en el mundo sin acceso a agua potable, esto supone una enorme disparidad que no tiene ningún sentido”, dice a EFE Vladimir Smakhtin, uno de los autores del informe y exdirector del Instituto del Agua.
¿UN BIEN DE LUJO O NECESARIO?
La clave es la necesidad. Mientras que en los países ricos el agua en botella se ve como un bien más o menos de lujo, con mejor sabor que la del grifo, en muchos países pobres de Asia o del África subsahariana es la única forma segura de consumir agua, lo que genera mercados fértiles para las compañías embotelladoras.
Esta situación “distrae los esfuerzos de desarrollo y redirige la atención a una opción menos asequible y segura para muchos, pero que da muchos beneficios a los productores”, explican en el informe.
Para Zeineb Bouhlel, otra de las autoras, las facilidades que el sector está teniendo para expandirse rápidamente se deben a “la falta de políticas y regulaciones adecuadas”.
“Están constantemente creando nuevos productos, nuevas estrategias de mercado. Y los países y los Gobiernos no tienen las herramientas normativas para adaptarse a este crecimiento”, añade la experta.
MALA GESTIÓN PÚBLICA
Más allá de los efectos de la industria embotelladora, el Banco Mundial -uno de los organismos que más recursos dedica a expandir el acceso al agua potable- identifica otro problema que todavía impide más mejorar la situación para las personas más vulnerables: la mala gestión de las compañías de servicios públicos.
Gustavo Saltiel, líder global de Agua y Saneamiento del organismo, explica en una entrevista con EFE que la tendencia a considerar la gestión del agua como un sector deficitario impide expandir el servicio para dar mejor cobertura a los grupos más marginados.
“Muchos prestadores de servicios en distintas regiones del mundo no recuperan sus costos de operación”, dice Saltiel, lo que se traduce en un mal servicio y el deterioro de la infraestructura.
La situación se ve agravada por las acciones de algunos gobiernos, que intervienen en la gestión de estas empresas y no les permiten “ser autónomas en términos de recuperación de los costes”.
Estas intervenciones, explica Saltiel, como los subsidios generalizados, que reducen el precio del agua potable por debajo de su coste de producción, acaban beneficiando a los más ricos, que son quienes más gastan, ya que la gente pobre no suele tener instaladas en su casa lavadoras u otros sistemas que utilizan mucha agua.
El experto defiende, por contra, una estructura de tarifas progresiva, que subsidie a los más vulnerables, que tienen poco consumo, y consiga que los que más consumen paguen el coste real del agua, especialmente en un contexto de cambio climático y sequías.
CAMBIO DE SISTEMAS
El Banco Mundial se propone mejorar esta situación a través de lo que denomina “systems change” (cambio de sistemas), dando incentivos a las empresas que gestionan estos servicios, tanto públicas como privadas, para desarrollar una visión de futuro que se centre en la eficiencia, en la inclusión de los más vulnerables y la resiliencia.
Lo hará a través de un programa, “Utilities of the Future” (Servicios del Futuro) en el que de momento participan 80 empresas de agua a nivel global y que ya se incluye en muchos de los préstamos que el organismo ofrece a los países a través de sus programas de desarrollo.
Estas ideas serán el foco del mensaje que el organismo espera llevar la semana que viene a la conferencia de la ONU, y que Saltiel ve como una gran oportunidad de volver a poner la atención del mundo en una crisis que suele caer en el olvido.