Washington, 31 oct (EFE).- El sector del automóvil es una vez más uno de los campos de batalla centrales de las presidenciales estadounidenses por su importancia económica, tecnológica, geopolítica, ambiental e incluso cultural. Y la elección de uno u otro candidato tendrá un profundo impacto.
En un informe dado a conocer a finales de octubre, la firma S&P Global señaló que espera que las empresas del sector retrasen la toma de grandes decisiones hasta que el ganador de la elección presidencial forme su gabinete, lo que puede tardar hasta mediados de 2025.
S&P Global predice que si Donald Trump vuelve a la Casa Blanca y los republicanos dominan el Congreso, las importantes normas para reducir emisiones dejarán de ser tan restrictivas, se dejará de promover la producción de vehículos eléctricos y se fortalecerán los aranceles a vehículos chinos.
Y con toda seguridad, Trump querrá renegociar el T-MEC en 2026 con una especial atención sobre México, en particular los salarios de los trabajadores y las inversiones chinas en el sector mexicano lo que anticipa un conflicto comercial entre los tres socios norteamericanos.
El banco canadiense TD anticipó en otro informe publicado también a finales de octubre que la propuesta de Trump de incrementar todos los aranceles aduaneros un 10 % y la anticipada reacción canadiense provocará una guerra comercial en la que “la economía canadiense será castigada con dureza”.
TD calcula que en el peor escenario, el Producto Interior Bruto (PIB) de Canadá se reducirá 2,4 puntos en dos años.
En caso de que Kamala Harris gane, el sector prevé que mantenga las políticas implementadas por Joe Biden: normas restrictivas para fomentar progresivamente la eliminación de motores de combustión, incentivos para la producción de vehículos eléctricos y tarifas contra los vehículos eléctricos chinos.
El sector del automóvil es más que coches
Sea quien sea el ganador de la elección presidencial, la campaña de 2024 subraya que la importancia del sector del automóvil en la política estadounidense supera a la de cualquier otra actividad económica.
Bill Ford, el bisnieto de Henry Ford y presidente del consejo de administración de Ford, resumió la importancia del sector para Estados Unidos en una frase: “La industria del automóvil no sólo fabrica vehículos. Alimenta el crecimiento económico al generar millones de empleos, al fomentar la innovación tecnológica y al conformar la cultura del consumidor globalmente”.
Ese impacto se transmite directamente a la elección presidencial como fue el caso en 2016 y 2020.
En las elecciones de 2016, Trump se hizo con los estados clave de Michigan y Ohio en los el sector del automóvil sigue siendo uno de los principales motores económicos, gracias a su propuesta de renegociar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).
En las elecciones de 2020, Biden se volcó en subrayar su relación personal con el sector (su padre fue un vendedor de automóviles), en propuestas para revitalizar la industria con vehículos eléctricos y el apoyo al sindicato United Auto Workers (UAW).
En 2024, gran parte de las esperanzas de Trump para volver a la Casa Blanca están depositadas en su alianza con el poderoso empresario Elon Musk, dueño de la red social X y consejero delegado de Tesla que se ha convertido en el hombre más rico del mundo gracias al fabricante de automóviles eléctricos.
Will Rhind, consejero delegado de la firma de inversión GaniteShares, que está concentrada en inversiones en Tesla, declaró a The New York Times que la única razón por la que Musk está volcándose en favor de Trump es porque su presidencia le beneficiaría “a él y sus compañías”.
Y aunque Trump se opone a los vehículos eléctricos, el apoyo de Musk al candidato republicano estaría vinculado a la tecnología de la conducción autónoma, que el empresario considera hará a Tesla la compañía más valiosa del mundo.
Con Trump en la Casa Blanca y sus políticas opuestas a la regulación, EE.UU. aprobaría normas de conducción autónoma que favorecerían a Tesla y a Musk.