Washington, 19 ago (EFE).- Tras la toma de Afganistán por los talibanes y la caótica retirada de Estados Unidos parecía muy difícil un acercamiento entre ambos países, pero dos años después, Washington y los fundamentalistas mantienen conversaciones sobre varios asuntos a pesar del recorte a los derechos de las mujeres.
“Creo que hay una nueva fase. La relación se está desarrollando. Veremos si encuentran puntos en común y comienzan a tener una conversación constructiva”, dijo a EFE Obaidullah Baheer, profesor de Justicia Transicional en la Universidad Americana de Afganistán.
CONVERSACIONES PÚBLICAS
Los pasados 30 y 31 de julio tuvo lugar en Doha (Catar) la mayor reunión entre miembros de la Administración de Joe Biden y los talibanes desde que el Ejército estadounidense salió de Afganistán el 20 de agosto de 2021 tras dos décadas de ocupación.
Desde entonces, Washington no tiene relaciones diplomáticas formales con Afganistán, cuyo gobierno no ha sido reconocido por la comunidad internacional.
Sin embargo, el representante especial de EE.UU. para Afganistán, Thomas West, se vio con los fundamentalistas para buscar vías de entendimiento sobre derechos humanos, economía y seguridad.
Rina Amiri, enviada especial de EE.UU. para las Mujeres Afganas, se había negado hasta ahora hablar con los talibanes, pero se sumó al encuentro argumentando que así se lo pidieron “afganos y defensores de los derechos humanos”. Sin embargo, algunas mujeres condenaron la reunión.
La retirada de Estados Unidos de Afganistán fue planeada por la Administración de Donald Trump en los acuerdos de Doha y ejecutada en agosto de 2022 por la de Joe Biden sin prever el fugaz avance de los talibanes, que en pocos días restauraron el régimen islamista derrocado en 2001.
A pesar de que en el acuerdo de Doha se comprometieron a respetar los derechos humanos, su llegada al poder ha supuesto el fin de los avances para las mujeres, desde vetar el acceso a la educación hasta la medida más reciente de ordenar el despido de aquellas que no lleven puesto el velo.
Para Corri Zoli, profesora de la Universidad de Siracusa (Nueva York), Estados Unidos fracasó en la transición de poderes hacia un Gobierno civil en Afganistán y su retirada militar acabó siendo un “desastre”.
“Ahora vemos las consecuencias. Tienes a los talibanes dirigiendo el país sin cumplir las leyes establecidas durante los últimos años. Negociar con ellos es muy difícil”, explicó a EFE.
COOPERACIÓN SOBRE SEGURIDAD Y FINANZAS
Según el Departamento de Estado, en el encuentro del mes pasado Estados Unidos exigió a los talibanes revertir las políticas contra las mujeres y las niñas.
Pero Washington también reconoció el “compromiso” de los talibanes para impedir que grupos terroristas operen dentro de su territorio y aplaudió la disminución de los ataques terroristas ocurridos en Afganistán.
Además, el Gobierno estadounidense, preocupado por la crisis de opioides en su país, se ofreció a mantener un diálogo antinarcóticos con Kabul tras constatar la importante reducción de cultivos de amapola registrada en Afganistán después de que los talibanes los prohibieran.
Ese es un cambio notable dado que la presencia en Kabul del líder de Al Qaeda Ayman al Zawahiri, asesinado el año pasado por Estados Unidos, había dinamitado las incipientes conversaciones entre Washington y los talibanes.
A pesar de que el régimen talibán “no ha desautorizado formalmente” a Al Qaeda, sí cooperan con Estados Unidos en contra del terrorismo, especialmente del autodenominado Estado Islámico (EI), dijo a EFE Adam Weinstein, experto del programa de Oriente Medio del Insituto Quincy (Washinton DC).
“Tienen relaciones tensas pero se toleran porque ambos necesitan algo del otro. Estados Unidos necesita garantías de combate al terrorismo de los talibanes y los talibanes necesitan la ayuda humanitaria de Estados Unidos”, puntualizó.
Por eso, en el encuentro de Doha, el ministro de Exteriores talibán, Amir Khan Muttaqi, pidió el desbloqueo de los fondos afganos.
Ante el colapso del Gobierno afgano, Washington congeló 9.000 millones de dólares del banco central de Afganistán en el extranjero, de los que ha prometido destinar 3.500 a paliar la crisis humanitaria que sufre el país y el resto para las familias de las víctimas de los atentados del 11 de septiembre.
PRESIÓN INTERNA Y EXTERIOR
El secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, reivindicó esta semana en una rueda de prensa que su país es el que más recursos ha destinado para asistir al pueblo afgano, con 1.900 millones de ayuda humanitaria desde agosto de 2021.
Pero aseguró que Washington no establecerá relaciones formales con los talibanes “hasta que los derechos de las mujeres y las niñas, entre otras cosas sean plenamente respetados”.
“La cuestión de los derechos humanos debe ser un tema central. No solo Estados Unidos sino toda la comunidad internacional debe tomarse en serio las violaciones de los derechos humanos”, opinó Zoli.
Pero Baheer puso en duda que “la presión de Estados Unidos o de la comunidad internacional vaya a hacer cambiar a los talibanes su política sobre mujeres y niñas”.
Según el profesor afgano, ya hay oposición en el país contra estas políticas. “La solución a este problema vendrá de dentro de Afganistán”, predijo.