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Nueva York, 23 jun (EFE).- Girl Ultra es el nombre artístico de Mariana de Miguel, una artista ecléctica que se abrió paso como pinchadiscos en Ciudad de México, se convirtió en la “reina del R&B” mexicana y ahora abraza la “agresividad” de otros géneros musicales para poner en pie a sus seguidores.
La artista de 26 años habla con EFE desde su ciudad natal después de presentar entre mayo y junio en EE.UU. su nuevo EP, “El Sur”, un disco de siete temas que engloba géneros como el house y el rock bajo el denominador común de su voz sensual y que ideó “para el directo”, asegura.
“El recibimiento estuvo bien padre, y tener chance de tocar toda la música nueva es muy reconfortante”, dice la cantante y productora, que ha pasado por más de una veintena de ciudades incluyendo Nueva York, donde invitó a sus fans al escenario y luego bajó a saltar entre el público mientras actuaba.
“La forma final de una canción es tocarla en vivo, rebotarla con otro ser humano y ver su reacción”, explica la vocalista, que “necesitaba un poco más de agresividad” frente al R&B: “Después del encierro (de la pandemia) dije: tengo la oportunidad de estar con la gente; quiero verlos sudar, quiero tocarlos”.
Así, Girl Ultra se aleja de la suavidad de temas como “Dame Love” o la sesión “Colors”, que le han dado millones de visitas en internet, y acelera el ritmo hasta un estilo rockero en “Nada q hacer”, un sonido de club en “Amores de droga” o un “drum and bass” con “suciedades” en “Jungla de locos” .
“Llegó un punto con el R&B en el que me sentía encerrada en un nicho y dije, ¿por qué no agarrar este hilo conductor que es mi voz y meter estas influencias?”, comenta la joven, que creció escuchando a bandas de rock en español y empezó su carrera musical como DJ, pinchando house.
En “El Sur”, esa experiencia vital se suma a su visión personal sobre el sur de Ciudad de México y busca transmitir una sensación “adolescente” de “escape, aventura y secreto” que refleje “cómo se sentía en ese lugar”.
“Es crecer fuera del radar, de las fiestas ‘posh’ (exclusivas) en el centro de la ciudad, en Colonia Roma. Yo iba a fiestas en casas organizadas por gente de mi misma generación y había bandas que tocaban. Siempre he pensado que en el sur no llega la ley de la misma manera”, abunda, entre risas.
“Cuando era DJ, recuerdo, le das a alguien un ‘beat’ cuadrado de house y no importa si te conocen, si les gusta la música… Van a mover la cabeza y el pie, es automático. Dije: ‘¿Qué pasa si trasladamos eso al ‘show’ en vivo y nos deshacemos de la suavidad del R&B?’”, reflexiona.
La artista, que este verano vuelve a EE.UU. para grabar un concierto de la serie “Tiny Desk” en la radio nacional pública y para participar en el festival This Ain’t No Picnic en Pasadena (California), se muestra igual de feliz de tocar ante un público que la conoce y ante nuevos fans.
En ese sentido, reconoce, la “comunidad latina es impresionante” allá donde ha ido en EE.UU.: “Tal vez no es ‘sold out’ (entradas agotadas), pero siento que está muy cañón llegar a ese nivel de apreciación, de cómo la gente en un lugar tan lejos puede sentir el compromiso de comprar un boleto”.
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