Ciudad de México, 1 mar (EFE).- “México también está buscando un cine que no es el del realismo crudo y la violencia cotidiana”, afirma a EFE el mexicano Ernesto Martínez Bucio para referirse al trabajo de cineastas compatriotas como Lila Avilés o al propio con ‘El diablo fuma’, su ópera prima galardonada en la edición 75 de la Berlinale.
“No estoy diciendo que el otro cine no sea importante”, sostiene el realizador, una semana después de haber obtenido el Oso de Plata en Berlín. Solo que, continúa, “esta es una búsqueda más íntima (…) Creo que artísticamente necesitamos dar un paso al frente algunos cineastas, intentar buscar nuevas estéticas y narrativas”.
Antes de aterrizar triunfante en la sección Perspectivas del certamen alemán, ‘El diablo fuma’ (y guarda las cabezas de los cerillos quemados en la misma caja), título completo del filme, Martínez Bucio tuvo que rebuscar junto a la coguionista y poeta, Karen Plata, en la memoria de la infancia, esa etapa que “marca y nos atraviesa” para siempre, asegura.
Nutridos por el recuerdo de Martínez Bucio y Plata es que nace “la voz coral” de los cinco protagonistas de esta cinta, niños y niñas que comparten sangre, techo y la educación de una madre que se ausenta, de un padre que la busca y de la abuela (Carmen Ramos), un personaje que siembra la figura del diablo en la imaginación de los hermanos, todos actores debut, menos Donovan Said (Víctor).
Resignificar los miedos de la niñez
Con esas idas y venidas a las piezas de su infancia, el director relata que durante la creación de este largometraje entendió que “los miedos habían sido parte fundamental” de su niñez y su vínculo pasado “con la religión”.
En esos primeros años, me formé en “escuelas católicas” y “era un niño con muchísima fe”, pero también “le tenía un miedo terrible al infierno y al diablo”.
“Tengo recuerdos de llegar a mi nueva casa en Uruapan (…) Mi papá me dio a escoger la cama -porque yo era el mayor, tenía 3 o 4 años- y tengo ese recuerdo claro que decía: ‘Por ese lado sale el diablo y por el otro sale el muerto, ¿cuál escojo?’. Curiosamente prefería el lado del diablo que al muerto, no sé por qué”, confiesa Martínez Bucio, quien ahora vive en España.
Entonces, tras revisar los recovecos de la infancia, ‘El diablo fuma’ es “un intento por resignificar los símbolos con los que hemos crecido”, por eso esta figura en la cinta “no tiene una presencia maligna”, agrega.
La infancia sufre las decisiones políticas
Esta no es la primera vez que la mirada de la infancia mexicana brilla en la Berlinale, en los últimos años destaca la nominación al Oso de Oro de ‘Tótem’ (2023) o ‘El eco’ (2023), laureado en la categoría de Mejor documental.
Ahora fue el turno de ‘El diablo fuma’, reconocida por el jurado por ser un poderoso recordatorio para Europa sobre la responsabilidad compartida de proteger a los niños.
Martínez Bucio advierte que su película “no es política”, pero sí profundiza en el desarrollo de la infancia y sus miedos “de manera muy honesta” y, considera, que el viejo continente está volteando a ver eso.
“Porque las decisiones que toman los políticos alrededor del mundo están haciendo sufrir a los niños, están matando a inocentes y lo estamos viendo en directo a diario, parece que ya nos bloqueamos y la imagen es tan potente y fuerte que ya no queremos ni verlo”, subraya para traer a la luz el caso de Palestina, donde se han muerto más de 14.500 niños en el conflicto palestino-israelí, según la Unicef.
‘El diablo fuma’, una película cien por ciento mexicana, se estará mostrando en festivales de Asia, Europa y próximamente en Latinoamérica, con México como uno de los destinos más deseados para presentarla.