Nueva York, 11 ene (EFE).- Numerosos gobiernos latinoamericanos utilizan las leyes antiterroristas de forma abusiva para combatir a los críticos, advirtió hoy en una entrevista con EFE la directora ejecutiva de Human Rights Watch (HRW), Tirana Hassan, que hoy presentó su informe anual de los derechos humanos en el mundo.
Hassan considera que se trata de “una peligrosa tendencia” en el continente que consiste en utilizar leyes “muy vagas y permisivas sobre seguridad”, primero para combatir el crimen organizado, y después “para ocuparse de los críticos”, sean periodistas o políticos de oposición.
La entrevista versó en gran medida sobre la inseguridad y el crimen organizado, que están propiciando unas políticas de mano dura en la región que tienen su modelo -y numerosos admiradores- en la persona del presidente salvadoreño Nayib Bukele, quien ha logrado reducir la inseguridad con un aumento de la represión que ha llevado a llenar las cárceles del país.
“La inseguridad es una amenaza real en Latinoamérica, pero no podemos dar carta blanca a los líderes para ignorar los derechos humanos o para comprometer el estado de derecho”, dijo Hassan, quien abogó más bien por centrarse en la corrupción y la buena gobernanza, más la rendición de cuentas, como mejor herramienta para enfrentar la delincuencia.
Porque incluso en aquellos países -como México o Ecuador- donde los grupos delictivos han adquirido mucho poder y cometido graves crímenes, la responsabilidad última de los crímenes recae en el Estado por no haber cumplido su obligación de garantizar la seguridad de la población bajo su cargo, insistió.
De hecho -reflexionó-, la delincuencia “está alimentada por la corrupción en la policía o el aparato judicial”, por lo que la rendición de cuentas siempre hay que exigirla al Estado.
La tentación del hombre fuerte
Hassan enmarcó la figura de Bukele o la del argentino Javier Milei en una vieja idea muy latinoamericana, la de que “se necesita un hombre fuerte que prioriza la seguridad a costa de los derechos humanos”, una narrativa muy peligrosa que socava las democracias, recordó.
Puso como ejemplo el reciente decreto de Milei de dar a la policía permiso para dispersar protestas callejeras aun sin mandato judicial, que según ella “no es una medida de seguridad, es solo una medida de consolidarse en el poder” restringiendo derechos básicos con los que la gente puede cuestionar a los gobernantes.
Y la amenaza de Milei de privar a los promotores de las protestas de beneficios sociales le recordó a las prácticas de “control social” que lleva a cabo China con su población, que consideró “inaceptables”.
Hassan alertó contra lo que llamó “la fatalidad” de pensar que Latinoamérica va a regresar a una era de retroceso en los derechos humanos por culpa de la inseguridad, y llamó la atención sobre cómo los derechos y garantías fundamentales pueden perderse de forma gradual.
Primero -explicó- se persigue a los grupos más vulnerables: emigrantes, la comunidad LGTB o jóvenes de barrios marginales -que son los que llenan ahora las cárceles de El Salvador- y luego, si no hay una contestación robusta a estas políticas, se ataca a los defensores de los derechos, a los periodistas o a los organismos que garantizan el equilibrio de poderes, antes de ir contra la misma institucionalidad, y así es como se refuerzan las autocracias.
El chivo expiatorio de la inmigración
Tirana Hassan también se refirió al tema de la inmigración y a cómo se ha convertido en el “chivo expiatorio” de los políticos en todo el mundo, sean de izquierdas o de derechas, que inoculan en la población el miedo al extranjero en lugar de organizar una inmigración regulada que tome en cuenta a los más desamparados.
Así, criticó que en Estados Unidos -principal receptor de la inmigración latinoamericana- tanto los republicanos como los demócratas estén renunciando a su obligación de preparar una inmigración ordenada que transcurra por vías seguras.
“Ya no es cosa solo de la derecha: esta idea del miedo (al inmigrante) como base de las políticas es una táctica desafortunada, crea sociedades que se vuelven más y más xenófobas y propician un entorno permisivo para el racismo”, explicó.
Criticó por último la tendencia mundial a “externalizar” la gestión migratoria, que en el caso de América practica Estados Unidos en tándem con México para que los futuros inmigrantes del continente se registren a través de aplicaciones telefónicas durante su viaje, antes incluso de entrar en México, una idea que calificó de “absurda” y que no sirve sino para que “los Estados renuncien a sus obligaciones”.