Por la Dra. Elisabeth Rosenthal, editora jefe de KHN
Washington, 2 ago (KHN vía EFE).- La promesa de campaña del presidente Joe Biden de cancelar la deuda estudiantil por los primeros 10.000 dólares adeudados en préstamos universitarios federales ha generado un debate sobre la equidad de estos programas de préstamos.
En un sondeo realizado en junio, poco más de la mitad de los estadounidenses encuestados apoyaron que se condonara la deuda universitaria, pero 82 % dijeron que el mejor enfoque sería hacer que fuera más asequible.
Sin embargo, poca atención pública se ha centrado en lo que es, al menos estadísticamente, una crisis de deuda más grande y más amplia: se estima que 100 millones de personas, o 41% de todos los adultos del país, tienen deudas de atención médica, en comparación con 42 millones con deuda estudiantil.
Los millones bajo el peso de la deuda médica merecen ayuda, tanto porque la deuda médica es una forma excepcionalmente injusta de préstamos depredadores como por sus efectos devastadores en las familias.
A diferencia de la matrícula universitaria u otros tipos de deudas, los desembolsos por tratamientos médicos generalmente no se pueden considerar por adelantado ni decidir si se asumen o no. Es algo que impone la enfermedad, el accidente y la mala suerte.
Por lo general, el tratamiento médico no tiene un precio inicial predecible y no hay límite en lo que se puede llegar a deber. Y, dados los costos de nuestro sistema de salud, la cantidad puede ser mayor que el valor de la propia vivienda si la atención incluye una hospitalización.
Cuando llegó el momento de que mis hijos eligieran una universidad, sabía de antemano casi exactamente lo que costaría. Podríamos decidir cuál de las diferentes matrículas “valía la pena”. Hicimos un plan para pagar usando cuentas bancarias, dinero ahorrado en fondos universitarios, algo de ayuda financiera, un trabajo de estudiante y algo de dinero prestado por un abuelo. (Sí, teníamos suficientes recursos para tomar una decisión financiera segura).
Las deudas educativas son completamente diferentes de las contraídas en la atención de salud. En un caso descrito por KHN, los padres de mellizos, que nacieron a las 30 semanas enfrentaron gastos de alrededor de 80.000 dólares derivados de cargos en cuidados intensivos neonatales y otros cuidados que el seguro no cubría.
En otro caso, una pareja terminó debiendo 250.000 dólares cuando uno de los cónyuges fue a la sala de emergencias con una obstrucción intestinal que requirió múltiples cirugías. Tuvieron que declararse en quiebra y perdieron su casa.
Incluso las facturas más pequeñas destruyen el historial de crédito, merman el dinero de la jubilación y fuerzan a tomar un segundo trabajo. En las encuestas, la mitad de los adultos en el país dicen que no tienen el efectivo para pagar una factura médica inesperada de 500 dólares.
Al “asumir” una deuda médica, los pacientes firman el tipo de acuerdo financiero vago que se ha vuelto omnipresente en la atención médica estadounidense: “Estoy de acuerdo en pagar los cargos que mi seguro no cubre”, presentado en una pila de formularios para firmar en la sala de emergencias o el consultorio de un médico.
Pero nadie puede considerar completamente las opciones, o decir “no” a la atención, mientras siente dolor o angustia médica.
La deuda estudiantil causa dificultades porque afecta a las personas que acaban de comenzar una carrera, con ingresos en la parte inferior de la escala salarial, obligándolos a retrasar opciones de vida, como comprar una casa o formar una familia.
Pero la deuda médica a menudo viene con todo eso más problemas médicos: en una encuesta de KFF, una de cada siete personas con deudas médicas dijo que un proveedor les había negado la atención debido a facturas pendientes. A veces, una cuenta de sólo unos pocos cientos de dólares puede convertirse en una pesadilla si termina en una agencia de cobros.
El Gobierno federal ya está interviniendo para ayudar con los préstamos estudiantiles. Ha frenado los pagos de la deuda estudiantil durante la pandemia, y la Administración Biden ha anunciado que perdonará la deuda estudiantil de decenas de miles de trabajadores del sector público.
A fines del año pasado, el Departamento de Educación anunció que ya no contrataría a cobradores de deudas externos sino que se ocuparía de los incumplimientos de pago de préstamos para “apoyar mejor a los prestatarios”.
El cobro de deudas médicas generalmente se ha subcontratado a agentes privados agresivos y a la industria de cobro de deudas médicas con fines de lucro; no hay respiro. Recientemente, las agencias de informes de crédito han dicho que ya no incluirán las pequeñas deudas médicas en los informes crediticios y eliminarán las deudas médicas que se hayan pagado.
Para muchas personas, eso llevará años. Alrededor de 18 % de los estadounidenses con deudas de atención médica dijeron que nunca esperan poder pagar su deuda.
La ironía aquí es que las organizaciones benéficas, como RIP Medical Debt y grupos religiosos, pagan centavos por dólar para que la deuda médica pendiente de los pacientes desaparezca. Lo absurdo de este arreglo quedó demostrado cuando el comediante John Oliver, en un número en su show nocturno, liquidó 15 millones de dólares de la deuda de los estadounidenses después de comprarla por 60.000.
Pero la deuda médica no es una broma y ahora perjudica a una amplia franja de estadounidenses. El Gobierno podría actuar a corto plazo para aliviar esta forma de sufrimiento exclusivamente estadounidense comprando las deudas a un precio modesto. Y luego, debería abordar la causa subyacente: un sistema de atención médica que niega a millones de personas una atención adecuada y sigue siendo el más costoso del mundo.
KHN (Kaiser Health News) es la redacción de KFF (Kaiser Family Foundation), que produce periodismo en profundidad sobre salud. Es uno de los tres principales programas de KFF, organización sin fines de lucro que analiza la problemática de salud y salud pública de la nación.
Versión original en inglés: https://bit.ly/3BCdRGf