Washington, 6 feb (EFE).- Escribir el discurso del estado de la Unión, el más importante del año en la política estadounidense, no es una tarea fácil sino un proceso complejo que dura meses, en el que los mensajes se reescriben una y otra vez y que culmina con el presidente dando cuentas ante el Congreso en un evento rodeado de mística.
El presidente estadounidense, Joe Biden, pronunciará este martes su segundo discurso del estado de la Unión y lo hará a las 21.00 hora local (2.00 GTM del miércoles), en horario de máxima audiencia.
Detrás del discurso de Biden se esconde un proceso complicado, en el que están implicados todos los sectores del Gobierno y que es “totalmente diferente” a cualquier otro que pueda dar un presidente, relata a EFE Jeff Shesol, quien se encargó de redactar un sinfín de discursos para el expresidente Bill Clinton (1993-2001).
DIFERENTE A CUALQUIER OTRO DISCURSO
Uno de los aspectos que distingue el discurso del estado de la Unión es la dedicación con la que se elabora: el trabajo empieza tres o cuatro meses antes y hay partes que se reescriben, editan, eliminan y vuelven a incluir una y otra vez.
Shesol, quien escribió los discursos del Estado de la Unión de Clinton en 1999 y 2000, explica que los presidentes suelen estar muy involucrados en ese proceso.
“En el caso de Clinton, incluso más”, afirma Shesol, quien cuenta que el expresidente solía estar implicado casi desde el principio para ayudar a definir cuál sería la estructura y el tono del discurso y, una vez que se acercaba la fecha, se reunía casi a diario con sus asesores para ultimar los detalles.
El expresidente Barack Obama (2009-2017) se parecía mucho a Clinton: participaba en todo el desarrollo, hacía múltiples cambios y llegaba incluso a escribir él mismo fragmentos enteros del discurso, revela uno de sus asesores David Plouffe en un vídeo de 2012 en el canal de Youtube de la Casa Blanca.
En el caso de Biden, la implicación parece ser la misma y, de hecho, su equipo de comunicaciones lleva meses preparando su discurso del estado de la Unión, eligiendo entre otras cosas qué políticas específicas se mencionarán en el texto.
UN TIRA Y AFLOJA
Sin embargo, dicha elección es muy complicada. Cada departamento del Gobierno defiende sus propios intereses e insiste a la Casa Blanca para que sus ideas ocupen un lugar central en el discurso, revela Shesol, quien sufrió esas presiones en carne propia cuando trabajaba para Clinton.
Cuando Shesol estaba en la Casa Blanca, había jefes de algunos departamentos que no conseguían captar la atención de Clinton y acababan teniendo un tira y afloja con el equipo de comunicaciones.
“Unos meses antes del discurso, los que estábamos involucrados en su elaboración nos volvíamos muy populares y nuestros teléfonos no paraban de sonar. Algunos miembros del Ejecutivo estaban ansiosos, incluso desesperados, para que sus prioridades se incluyan en el texto y buscaban cualquier manera de conseguirlo”, rememora.
La razón de esas presiones estaba clara: si los jefes de los departamentos conseguían que sus ideas se incluyeran en el discurso, eso significaba que pasaban a ser una prioridad personal para el presidente y que probablemente recibirían más fondos del presupuesto.
Una vez terminada esa etapa, el equipo de comunicaciones suele ponerse a escribir y redacta diferentes versiones del discurso. Cuando tiene el borrador final, llega la hora de los ensayos.
EDICIONES HASTA EL ÚLTIMO MINUTO
Esos ensayos suelen producirse en un pequeño cine dentro de la Casa Blanca. El presidente se coloca en un podio similar al que tendrá en el Congreso y, mientras va leyendo el borrador, va haciendo cambios: quizás hay una parte que es muy larga y otra sección que es muy lenta o parece aburrida.
“Y ese mismo proceso, con el presidente haciendo cambios mientras lee, se repite de manera diaria hasta que toca dar el discurso”, cuenta Shesol.
Cuando llega el día del discurso del Estado de la Unión, se hacen los últimos cambios y se mete la versión final en un teleprónter.
Los nervios y las expectativas son tantas que, hasta que el presidente no empieza a hablar, uno no se da cuenta de que el proceso de escritura ha terminado, rememora Shesol.
“Me acuerdo de estar al fondo de la Cámara de Representantes y me sabía cada una de las palabras que pronunciaba Clinton, cada una de las pausas. Había comido, vivido, dormido y respirado con ese discurso durante meses y lo conocía por completo. Eso no ocurre con ningún otro discurso”, concluye Shesol.
Los discursos del Estado de la Unión ocurren solo una vez al año y suelen tener una audiencia elevada. El primero de Biden fue visto por 40 millones de espectadores.