México, 3 dic (EFE).- Al ganar esta semana el premio de crónica de Anagrama, más que recibir un elogio a su obra, el escritor cubano Carlos Manuel Álvarez se ha afirmado como un desobediente del Gobierno de La Habana, que le prohíbe la entrada a su país.
“Es curioso cómo este ejercicio de la memoria llega cuando me han privado del espacio físico. Un poco contrarresta ausencias que se compensan con una presencia de otro tipo. No basta con propiciar los acontecimientos; hay que hacerse cargo de los relatos”, aseguró Álvarez este sábado en entrevista a Efe.
El pasado martes Anagrama anunció que “Los intrusos”, de Carlos Manuel, ganó el Premio Sergio González Rodríguez y desveló que la obra explora la experiencia del autor como uno de los protagonistas de las protestas del Movimiento de San Isidro, que reunió en el 2020 a más de 200 artistas, intelectuales y activistas cubanos.
“El libro cuenta mi experiencia en Cuba cuando me uní al acuartelamiento San Isidro, el recorrido a través de los interrogatorios y la detenciones de la policía política, alternando con perfiles, testimonios y biografías de los otros acuartelados, quiénes son y cómo llegaron hasta ahí”, explica el escritor, de 33 años, originario de Cárdenas, en la provincia de Matanzas.
PROSA COMO ‘SLIDER’
Como jugador de béisbol, de joven Álvarez fue un jardinero, hábil bateador de líneas cortas, sin embargo, si le preguntan con qué compara su prosa, alude a los lanzadores con envíos de rompimientos, a quienes jamás imitó por carecer de un brazo potente.
“Yo escribo como si lanzara ‘slider'”, dice en referencia al filoso envío lateral con el que los pitchers de las Grandes Ligas dominan a los rivales.
Formado con lecturas de John Reed, de Tucídides y Heródoto, las crónicas del caribeño son punzantes, con énfasis en los pequeños detalles, a la manera de los tres maestros que integraron el jurado del premio de Anagrama: Leila Guerriero, Martín Caparrós y Juan Villoro.
“Leila y Caparrós fueron ampliamente leídos en su momento; son más reporteros. Villoro es más un cronista que tiende al ensayo. Las escenas norteamericanas de Martí también han sido importantes”, cuenta, al referirse a otros de sus modelos.
La crónica “Los Intrusos” tiene un contenido humano y aunque el escritor se preocupa por dar protagonismo al grupo de rebeldes, desvela su condición de desobediente, negado a entrar por el aro.
“La represión dejó un saldo físico y sicológico que todavía muchos de nosotros estamos viviendo, pero también dejó un sentido de plenitud. Dos años después, yo siento que haber estado allí justifica mi vida”, señala.
UNA MUJER LLAMADA CUBA
Colaborador de medios como “El País”, de España, el “The New York Times” y “The Washington Post”, Álvarez es una reconocida voz del periodismo en idioma español. En el 2016 fue considerado entre los 20 escritores latinoamericanos más prometedores y al otro año su libro de crónicas “La tribu, retratos de Cuba” recibió una buena crítica.
Exiliado hace ocho años, habla de su país como si fuera una mujer que ama más allá de la experiencia de los cuerpos. Cuando el mes pasado el Gobierno le impidió entrar a La Habana decidió no aceptar el lugar donde las autoridades de la isla lo pretenden ubicar.
“Tengo que poner en disputa ese sitio en el que el poder me está limitando o arrinconando porque me están amputando un derecho fundamental”, explica el también novelista.
Carlos es un ajedrecista de nivel medio, que domina la Defensa Siciliana y la Apertura Peón Rey. Al escribir, intenta trasladar la belleza del tablero a sus textos y con frecuencia causa en los lectores sentimientos de placer, como los que deja a los conocedores del juego observar un sacrificio de dama o un gambito.
“Soy un lector de poesía y en ese sentido trato de inyectar mi periodismo de una estética y de una referencia que no son directamente periodísticas”, confiesa.
Opina que el futuro de Cuba está hipotecado y al país le espera un largo presente, pero se desmarca de los radicales opositores que abogan por endurecer las medidas contra a isla, lo cual ha servido de pretexto al régimen de La Habana para ser más intolerante.
Denuncia los abusos del Gobierno de Cuba, pero no coincide con el ala dura del exilio de Miami, adoradora de Donald Trump, de la cual se desmarca con una mirada humanista.
– ¿Si usted tuviera el poder para quitar el embargo de Estados Unidos a Cuba, lo quitaría?
– Sí, esa sí es siempre una negociación.