Washington, 17 dic (EFE).- “Gran parte de ser trans es ir a funerales.” Así lo relata Tracy, una mujer transgénero que vive en Washington D.C., en medio de una “epidemia de violencia” contra su colectivo en Estados Unidos.
Al menos 32 personas transgénero o que no se identifican con su sexo de nacimiento han sido asesinadas en lo que va de 2022 en EE.UU., según el informe anual de la Campaña Derechos Humanos. Estas 32 muertes elevan a más de 300 las personas transgénero asesinadas en el país durante la última década.
La “epidemia de violencia” descrita en el informe que sufren las personas con disforia de género deja relatos como el de Tracy, una mujer transgénero que no quiso identificarse con su nombre real y que sufre a diario la amenaza contra su colectivo por parte de los “fascistas estadounidenses”.
“No estoy tan interesada en la visibilidad trans como lo estoy en la supervivencia trans”, explica Tracy a EFE, quien es consciente de que “una gran parte de ser trans es ir a funerales” de amigos y conocidos del colectivo.
Tracy asegura que la amenaza que impera en su día a día es resultado de la “legislación tránsfoba” del país, que permite que el fascismo en Estados Unidos campe a sus anchas y “culpe” a las personas transgénero de los problemas que vive la población.
Este acoso resulta en asesinatos, suicidios y agresiones a la comunidad trans, aunque Tracy remarca que, debido a su condición de persona blanca y su clase social, no atraviesa el mismo riesgo que otros miembros del colectivo.
Las personas transgénero no blancas comprenden el 81% de las víctimas de este año, puesto que la violencia afecta “desproporcionadamente” a las mujeres transgénero negras, que suponen dos de cada tres muertes, recoge el informe.
Savanna Wanzer, una mujer transgénero negra, pide que las figuras políticas “se pongan a trabajar” por su seguridad, porque “los números importan”. “Nos están matando, solo por tratar de ser nosotras mismas, viviendo nuestra verdad”, indicó a EFE en una reciente manifestación para honrar a las víctimas en Washington DC.
Alex Stitt es terapeuta “queer” y ayuda a personas de su colectivo a lidiar con traumas que otros profesionales, ya sea por “poca experiencia con el colectivo LGTBIQ+” o su “visión binaria de la sexualidad o identidad de género”, no comprenden y no saben cómo actuar frente a ellos, detalla a EFE.
Y es que las personas transgénero “se enfrentan a un número de obstáculos únicos que pueden dificultar procesar una pérdida”, incide Stitt, quien al ser una persona trans no binaria ha vivido la muerte de distintos amigos y conocidos.
“Cuando una persona trans muere, su pareja puede que aún tenga que defender su nombre y pronombres ‘post mortem’ -apunta Stitt-. Algunas familias intolerantes puede que usen el nombre muerto (nombre de nacimiento) de la persona en su propia tumba”.
Stitt hace hincapié en que este “traumático” luto “deja una sombra más larga” que otros, ya que “la vergüenza y el ‘ciseximo’ interiorizado y el trastorno por estrés postraumático pueden complicar la capacidad de procesar la pérdida”.
“Muchos de nosotros no solo experimentamos la pérdida, pero también luchamos contra nuestros propios traumas y crisis existenciales”, añade.
Por ello, distintas asociaciones trabajan para facilitar el día a día de las personas trans. Es el caso de CAKE Society Co., que intenta “llenar el vacío” cuando el seguro médico no cubre la asistencia sanitaria necesaria de las personas transgénero, explica a EFE el director ejecutivo de la asociación, Colton Gibbon.
Algunos de sus servicios incluyen clases de autodefensa como un programa de boxeo, que “se está haciendo muy popular”, subraya Gibbon, además de proporcionar productos de afirmación de género, como “pelucas, maquillaje, prótesis y artículos para el cuidado de la piel y el cabello”, entre otros.
Precisamente durante diciembre y enero, coincidiendo con fechas festivas, la asociación está haciendo un llamamiento para que la gente done productos capilares y de belleza para ayudar a las personas trans a ir acordes con cómo se identifican.
Stitt comparte el sentimiento de Tracy de que, a menudo, “gran parte de ser trans es ir a funerales”, aunque también precisa que “gran parte de ser oprimido es ir a funerales”.
“Ser transgénero no es peligroso. Vivir en una sociedad intolerante, sí”, recuerda Stitt.
Pone como ejemplo los casos en los que la sociedad atribuye un mayor riesgo de sufrir problemas de salud como el VIH/sida a determinadas personas por su género, cuando en realidad es consecuencia de “su estatus socioeconómico y su falta de movilidad ascendente”.
Stitt cree que existen “piedras demasiado pesadas para que una sola persona cargue con ellas”, y aquí es donde juega un papel fundamental la posibilidad de contar con una comunidad detrás.
El apoyo de una comunidad “no es ninguna exquisitez, es literalmente un salvavidas”, que puede ser un elemento decisivo en el proceso de lidiar con las visitas a velatorios, homenajes y conmemoraciones, concluye.
Sara Soteras i Acosta