Naciones Unidas, 8 jul (EFE).- El futuro de las entregas de ayuda humanitaria desde Turquía al último bastión opositor del noroeste de Siria quedó hoy en el aire, después de que Rusia vetase en el Consejo de Seguridad de la ONU su renovación por otros doce meses. De la asistencia que entra por el cruce fronterizo de Bab al Hawa, bajo supervisión de Naciones Unidas, dependen más de cuatro millones de personas en la provincia de Idlib y zonas cercanas, que pueden ahora perder su acceso a productos básicos como comida y medicamentos. En solitario, Moscú bloqueó la aprobación de una resolución que habría prorrogado este mecanismo un año más, un texto que había sido preparado por Noruega e Irlanda tras largas jornadas de negociaciones. El borrador obtuvo trece votos a favor, una abstención (de China) y el único voto en contra de Rusia. Mientras, la delegación rusa planteó hoy la opción de prorrogar el mecanismo por solo seis meses y volver a analizar la cuestión el próximo enero, pero su propuesta se quedó muy lejos de obtener el mínimo de nueve votos necesarios. El texto ruso fue respaldado sólo por China, mientras que Estados Unidos, Francia y el Reino Unido votaron en contra y el resto de países se abstuvieron. Tanto la ONU como las ONG que operan en la zona han insistido en la importancia de que la renovación del permiso para suministrar ayuda por el paso de Bab al Hawa, que conecta Turquía con la provincia siria de Idlib, sea por un año para tener alguna certeza y poder organizar adecuadamente su trabajo. Además, a muchos países les preocupa el hecho de que una renovación de sólo seis meses podría cortar el suministro de ayuda justo en lo peor del invierno. “El cínico veto ruso (…) muestra que el desprecio que los líderes rusos tienen por la vida humana está acercándose a un máximo histórico”, lamentó en un comunicado la ONG Human Rights Watch, que pidió al resto de la comunidad internacional buscar fórmulas alternativas para asegurar que la ayuda siga fluyendo. PELEA DIPLOMÁTICA Este mecanismo de asistencia se ha convertido en los últimos años en una batalla recurrente en el Consejo de Seguridad, pero al final siempre se ha logrado llegar a un compromiso in extremis, algo que en esta ocasión parece más difícil que nunca. El Gobierno ruso, gran aliado de las autoridades de Damasco, defiende desde hace tiempo que lo mejor sería dejar progresivamente de entregar ayuda a Idlib desde el exterior y pasar a canalizar toda esta asistencia desde el interior del país, lo que haría que dependa del Ejecutivo sirio. Según Moscú y Damasco, la ayuda que entra por Bab al Hawa beneficia a grupos terroristas fuertes en la zona, como la organización antes conocida como Frente al Nusra, sancionada por la ONU. Mientras, las potencias occidentales insisten en que las entregas están perfectamente supervisadas por Naciones Unidas para evitar eso y son la única forma de garantizar que la asistencia llega a todos los que la necesitan. La embajadora estadounidense ante la ONU, Linda Thomas-Greenfield, subrayó hoy que se trata de una cuestión de “vida o muerte” y denunció que el veto ruso aboca a gente a morir. Del otro lado, el representante adjunto de Rusia, Dmitry Polyanskiy, trasladó la culpa a EE.UU. y sus aliados por negarse a apoyar la extensión de seis meses planteada por su país. NEGOCIACIONES DE ÚLTIMA HORA La actual autorización de Naciones Unidas para usar el cruce de Bab al Hawa vence el próximo domingo, por lo que a priori hay algo de margen para tratar de llegar a un acuerdo alternativo; de hecho, los países tenían previsto volver a reunirse hoy mismo para seguir discutiendo. Varias delegaciones mencionaron la posibilidad de una extensión de nueve meses como un posible compromiso, pero Rusia no tardó en cerrar la puerta a esa idea. En declaraciones a los periodistas, Polyanskiy aseguró que su país únicamente aceptará un texto similar al que planteó hoy. “Si no, creo que se ha pasado la página”, dijo.