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Nueva York, 6 sep (EFE).- El jugador francés del PSG Kylian Mbappé, que estuvo a punto de fichar para el Real Madrid, confiesa que sigue admirando al club merengue, “uno de los mejores, tal vez el mejor del mundo”, al que desea “toda la suerte”, según relata en una entrevista con el New York Times.
“Son muchos años de contacto con ellos, siempre buena onda, con respeto y admiración (…) Nunca jugué en el Madrid salvo (una semana en un entrenamiento) cuando tenía 14 años, y tengo el sentimiento de que es como mi casa aunque nunca haya estado allí”, afirma.
Cuando decidió en agosto que finalmente se quedaría en el Paris Saint Germain tras un largo culebrón de negociaciones y contranegociaciones, Mpappé dice que llamó personalmente al presidente Florentino Pérez -“tenemos una gran relación”, puntualiza- para darle la noticia.
Pero durante esa larga negociación hubo otra llamada que le sorprendió más, la del propio presidente francés Emmanuel Macron: “Me dijo que quería que me quedase (en el PSG), ´eres muy importante para el país y la gente estará feliz si te quedas´ (…) ¡Nunca imaginé que hablaría con el presidente sobre mi futuro y mi carrera!”, señala.
Aun así, parece no cerrar la puerta al Real Madrid con una frase ambigua: “Nunca sabes lo que va a suceder”.
Con respecto a su estatus de megaestrella en el PSG, Mbappé señala que no tiene ninguna intención de imponer entrenadores o de decidir “a qué jugadores se llama”, porque tiene muy claro su papel: “Solo soy un jugador, por supuesto un jugador importante, pero no quiero ser más que eso”.
Reconoce que aspira a ganar el Balón de Oro y que está “cerca de conseguirlo”, un sueño que tiene desde que desde niño veía ese galardón repartido entre Ronaldo y Messi, y cita también entre sus ambiciones ganar tanto el Mundial con Francia como la Liga de Campeones, un trofeo que se le escapó de las manos en dos ocasiones.
Por último, y en un terreno más personal, Mbappé dice que lo único que lamenta de su vida es haber “crecido demasiado rápido” y que con 16 años, jugando ya como profesional, se le exigía lo que se le exige a un deportista de 30 años: “Ver vídeos (de partidos), ir al gimnasio y vigilar lo que comes”.
“Yo era solo un crío. Todo lo que quería era jugar a la Play Station al acabar el partido”, dice.
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