Nueva York, 16 sep (EFE).- La tradición y la iconografía budista son las protagonistas de una nueva exposición del Museo Metropolitano de Nueva York (Met) que hace un recorrido por la imaginería del arte devoto originario del Himalaya y datado de entre los siglos XI y XX, que aspiraba a salir de los monasterios y llegar a las clases populares.
'Mandalas: El arte budista del Tíbet', que podrá verse en el museo desde el 19 de septiembre hasta el 12 de enero del próximo año, se divide en cinco galerías con más de 100 piezas que abordan aspectos significativos de la producción artística tibetana como los maestros que interpretaron textos esotéricos o la representación de diferentes deidades de esta religión.
El espectador comienza el recorrido con un conjunto de accesorios de gran tamaño que desde el siglo XVII hasta principios del siglo XX se ofrecían a las divinidades en los rituales, como alargados pendientes, diademas o brazaletes, todos bañados en oro y adornados con detalles azules, naranjas y rojos.
Según el curador Kurt Behrendt, conservador asociado de arte del sur de Asia del museo, en su momento estas obras “debían de lucir muy distintas”, pues para elaborarlas se usaron pigmentos minerales que se han acabado oxidando con el paso del tiempo.
Un arte hecho para el budista de a pie
Behrendt destacó este lunes en un pase previo de prensa que las piezas de la exposición están hechas para ser “entendidas por todo el mundo”: “Estas obras no son complejas. Están destinadas a evocar una respuesta espiritual, algo que forma parte de la tradición popular de una persona media”.
Con esta premisa, el museo expone varias piezas en las que se retrata a los Bodhisattvas (seres comprometidos con los valores budistas), entre ellos, una pintura de Maitreya, una figura que “revela el camino a la luz cuando el budismo es olvidado”, representada con una corona con cintas ondulantes y una multitud de collares, brazaletes y textiles lujosos.
En esta galería también destaca una escultura bañada en oro de Avalokiteshvara, el Bodhisattva de la compasión, una de las figuras más veneradas de la religión budista que se representa con once cabezas y cien brazos que nacen en su espalda y se extienden como si fueran unas alas.
La representación de las deidades budistas
Otras de las protagonistas de esta exposición son las deidades protectoras como el Mahakala, una figura oscura y con rostro enfurecido que se encarga de proteger a la comunidad monástica y a la población del Tíbet.
En una pintura al temple del año 1500 se representa a un Mahakala “feroz” que sujeta un gong y que está rodeado por cadáveres y figuras “aterradoras”, como un hombre bailando mientras sostiene en su mano una calavera llena de sangre: “Se ha convertido al budismo y por eso es tan poderoso”, explicó Behrendt.
Sin embargo, lo que más destaca en esta sección es un gran esqueleto vestido con un traje de colores rojo, azul y blanco que se usaba para los rituales de danza que pretendían evocar “la naturaleza transitoria de la vida” y que se representaban, por ejemplo, para preparar a los monjes para meditar en los cementerios.
La exposición acaba con una serie de mandalas (diagramas que representan a deidades y otras figuras de la iconografía budista), entre los que destaca un tapiz del siglo XVIII que representa a Kurukula, una diosa que se invoca para dominar a los enemigos y atraer el amor y que se representa, al igual que a Cupido, disparando una flecha con su arco.
Todas estas obras convergen en una galería central con cuatro grandes paneles en los que el artista tibetano contemporáneo Tenzing Rigdol entrelaza la tradición budista con el contexto actual e ilustra eventos recientes como el atentado del 11-S o el asesinato a manos de un policía de George Floyd.