Washington, 24 feb (EFE).- La guerra en Ucrania cumplió este sábado dos años con la ayuda de Estados Unidos en la cuerda floja debido a la negativa de los republicanos de la Cámara Baja a aprobar más fondos para Kiev pese a la insistencia del presidente estadounidense, Joe Biden, quien volvió a advertir que “el tiempo se agota”.
La ayuda a Ucrania se ha visto impactada de lleno por las elecciones de noviembre y el debate en EE.UU. entre el proteccionismo que abandera el expresidente Donald Trump, favorito para volver a ser el candidato republicano en los comicios, y el internacionalismo de Biden, quien cree que Washington debe tener una posición de liderazgo en el mundo.
En un mensaje en la red social X, Biden volvió este sábado a instar a los republicanos de la Cámara Baja, donde tienen la mayoría, a aprobar más ayuda militar para Ucrania y consideró “urgente” dar ese paso para que las tropas ucranianas puedan seguir su lucha contra Moscú.
“El tiempo se agota”, avisó el mandatario en su mensaje, repitiendo la expresión que ya había dicho el día anterior en un discurso en la Casa Blanca.
Sin “plan B”
El Gobierno de Biden ha dejado claro que carece de un “plan B” para asistir a Kiev y que la única solución es que el Congreso apruebe más ayuda militar.
Según la Casa Blanca, Estados Unidos ya se ha quedado sin fondos para enviar a Ucrania las armas que necesita.
El mandatario pidió en octubre al Congreso la aprobación de un nuevo paquete de financiación, que incluye 60.000 millones de dólares para Ucrania, así como fondos para Israel y Taiwán.
Durante meses, los republicanos se resistieron a considerarlo, alegando que primero se debía reforzar la frontera ante la llegada récord de migrantes indocumentados; pero finalmente este mes el Senado, dominado por los demócratas, aprobó un proyecto de ley valorado en 95.000 millones de dólares con ayuda para Ucrania, Israel y Taiwán.
Para que el proyecto se convierta en ley y los fondos lleguen a Ucrania, el siguiente paso es que se vote en la Cámara Baja de EE.UU., dominada por los republicanos, pero el presidente de ese hemiciclo, el republicano Mike Johnson, se ha negado a hacerlo.
Para retrasar el debate, Johnson dio a los legisladores vacaciones durante dos semanas, algo que ha provocado el enfado de la Casa Blanca con Biden a la cabeza.
La Cámara Baja volverá al trabajo esta semana, pero Johnson ya ha advertido que ni siquiera permitirá que se vote sobre la iniciativa.
El “Estados Unidos primero” de Trump
Johnson está bajo presión del ala más dura del Partido Republicano, que sigue las órdenes del expresidente Donald Trump, quien abandera el enfoque de “Estados Unidos primero” en política exterior y que ha llevado al Partido Republicano a priorizar el proteccionismo.
En varias ocasiones en sus mítines electorales, Trump ha alabado al presidente ruso, Vladímir Putin, y se ha pronunciado contra la ayuda militar de Estados Unidos a Ucrania.
Este mismo mes, dijo que, si fuera presidente, permitiría que Rusia hiciera lo que quisiera, incluso atacar, a los miembros de la OTAN que no destinan el 2 % de su PIB a defensa, un objetivo establecido por la organización y que una veintena de miembros no cumplen.
En cualquier caso, la relación entre Trump y Rusia ha sido objeto de controversia durante mucho tiempo.
En los comicios de 2016, Trump se benefició de la injerencia rusa, según concluyó la comunidad de inteligencia de EE.UU, y, además, su campaña tuvo que ser investigada por el fiscal especial Robert Mueller para determinar si algunos de sus miembros se habían coordinado con agentes rusos.
En 2019, Trump fue sometido a un juicio político en el Congreso, del que fue absuelto, por haber retenido casi 400 millones de dólares en ayuda militar a Ucrania para supuestamente forzar a Zelenski a abrir una investigación contra Biden, quien ya entonces se perfilaba como el candidato demócrata para las elecciones de 2020.
De llegar a la Casa Blanca, Trump ha dejado claro que forzaría una negociación entre Zelenski y Putin para acabar con la guerra y ha dado señales de que buscaría limitar el compromiso de Estados Unidos con la OTAN.