Lewiston (EE.UU.), 27 oct (EFE).- En alertas que llegan a través del teléfono móvil, en mensajes de las autoridades o en carteles luminosos en la carretera, la frase “Shelter in place” (“refúgiate donde estés”) interfiere hace ya dos días en las vidas de miles de ciudadanos en el estado de Maine (EE.UU.), mientras sigue la caza del tirador que el miércoles mató a 18 personas.
Drones, helicópteros, perros policía, robots y efectivos policiales locales, estatales y de la Oficina Federal de Investigación (FBI, en inglés) peinan desde la noche del miércoles una boscosa zona llena de refugios, lagos y ríos, intentando encontrar a Robert Card, un militar en la reserva de 40 años, que está armado y es peligroso.
Están en alerta los condados de Androscoggin (con unos 111.000 habitantes) y el norte de Sagadahoc (condado que tiene unos 37.000 habitantes). Municipios como Lewiston (donde ocurrieron los tiroteos), Lisbon o Auburn permanecen desiertos, con todos los comercios cerrados y muy pocas personas deambulando por la calle.
Varios distritos escolares y universidades en el sur de Maine anunciaron que seguirán cerrados este viernes. Así lo harán las Escuelas Públicas de Lewiston, al igual que las de Auburn, Brunswick y Lisbon.
Unos 80 agentes del FBI están ayudado a las autoridades locales y estatales a buscar Card, el principal sospechoso de los dos tiroteos que la noche del miércoles se cobraron la vida de 18 personas e hirieron al menos a otras 13.
Durante todo el día de ayer y hasta aproximadamente las 21.00 hora local (01.00 GMT), los equipos del SWAT (el departamento del FBI que interviene en situaciones críticas) estuvieron revisando varios domicilios vinculados con Card en el municipio de Bowdoin, a una media hora de Lewiston. Revisaron la casa de su madre y el que figuraba como último domicilio a su nombre.
En esta última vivienda se vivió cierta tensión cuando las fuerzas de seguridad estuvieron durante unos minutos emitiendo mensajes por megafonía que llamaban a Card a entregarse. “Sabemos que estás ahí, sal con las manos en alto”, apuntaban frente a la casa, mientras un helicóptero y varios drones sobrevolaban la zona.
Pero horas después la esperanza se desvanecía y la policía confirmaba que no se había encontrado al sospechoso, aunque gracias a una orden de registro.
Sí se pudieron obtener materiales sensibles que podrían dar alguna pista sobre el paradero de Card, quien tiene entrenamiento militar y está capacitado para sobrevivir en lugares hostiles como un bosque.
Según han informado medios estadounidenses, la familia del sospechoso está colaborando con las autoridades, y según fuentes consultadas por ABC News, su hermana explicó a los investigadores que Card podría haber estado buscando a una exnovia en las dos localizaciones de los tiroteos.
El fugitivo, que estuvo internado recientemente durante dos semanas en un centro psiquiátrico y que comentaba a sus familiares que oía voces, perpetró los ataques en la bolera Spare Time Recreation y en el restaurante bar Schemengees, a pocos minutos de distancia.
Siete personas murieron en la bolera (seis hombres y una mujer), ocho en el restaurante (todos hombres) y otras tres después de haber sido trasladadas al hospital.
Card afronta de momento ocho cargos por asesinato, porque esa es la cifra de víctimas ya identificadas, pero se espera que el número de cargos iguale al de fallecidos.
El coche del posible autor fue localizado el mismo miércoles en Lisbon, a unos 12 kilómetros de Lewiston, cerca de un embarcadero.
La policía ha estado peinando desde entonces la zona, con policías, perros y robots que detectan el movimiento.
Aunque no hay una confirmación oficial, pues la policía está dando datos a cuentagotas con la escusa de que es “una investigación en curso”, la prensa ya ha empezado a dar a conocer las identidades de los fallecidos. Entre ellos está Tommy Conrad, de 34 años, el gerente de la bolera.
También Joseph Walker, manager del bar Schemengees y Michael Deslauriers, que estaba jugando a los bolos con su familia, así como un amigo de este.
El suceso de Lewiston se ha convertido ya en el tiroteo más mortífero que afronta Estados Unidos en lo que va de año.
Según la organización Gun Violence Archive, este 2023 ha habido 566 tiroteos masivos, aquellos en los que en un solo incidente hay al menos cuatro personas heridas o muertas, sin incluir al perpetrador.