Miami, 30 jun (EFE).- El escritor y periodista cubano Carlos Alberto Montaner, fallecido a los 80 años, de los cuales más de 60 fuera de Cuba, fue una de las voces más respetadas del exilio cubano, no solo por su dedicación a la causa de la libertad de su país natal, sino por sus dotes intelectuales y personales.
Su compromiso político, sus cualidades intelectuales y su personalidad afable y tolerante fueron destacados por los que este viernes reaccionaron a la noticia de su fallecimiento, que ocurrió de “modo plácido en Madrid”, según el comunicado publicado por su familia.
“Era un humanista, una persona extraordinaria. Yo siempre lo he visto ayudando a alguien. Era incapaz de hacer un mal comentario respecto de cualquier persona”, recordó hoy Carlos Sánchez Berzaín, director del Instituto Interamericano para la Democracia, del que Montaner fue presidente y director del fondo editorial.
María, una integrante de un grupo del exilio que no quiso que se publicara su apellido, manifestó que era “un hombre bueno” al que tenía mucho afecto aunque no compartía algunas de sus ideas.
Básicamente la discrepancia venía por el apoyo del periodista y escritor al Partido Demócrata y al hoy presidente Joe Biden durante la campaña presidencial de 2020, cuando el exilio cubano se volcó casi en pleno por el republicano Donald Trump (2017-2021).
En sus columnas criticó de Trump su “carácter de persona arrogante y avasalladora que miente o exagera”, que grite e interrumpa constantemente al adversario en un debate, sus relaciones con el presidente ruso, Vladimir Putin, y el líder norcoreano, Kim Jong-un, y su “negacionismo científico” durante la pandemia.
Autor de más de una treintena de libros de distintos géneros, Montaner dejó Miami en octubre pasado junto a su esposa Linda para asentarse en Madrid, donde ya había vivido previamente desde 1970 y había tenido una editorial.
En su exilio madrileño fundó el partido Unión Liberal Cubana con el fin de prepararse para una transición democrática en Cuba, algo que aun no ha sucedido pero por lo que seguía trabajando, aunque reconocía que lo hecho “no había sido suficiente”.
En sus memorias dejó constancia de su anhelo latente de volver “sin condiciones” a Cuba.
La enfermedad neurodegenerativa que padecía y no ocultaba fue el factor determinante para que se trasladara en 2022 de nuevo a Madrid, desde donde siguió escribiendo hasta mayo pasado las columnas que publicaba en varios medios latinoamericanos.
Algunos de esos medios, como el diario dominicano Libre, reprodujeron este viernes “Mi última columna”, en la que Montaner se despidió de sus lectores, a los que informó de que padecía parálisis supranuclear progresiva (PSP), una “enfermedad rara del cerebro” que afecta a “tres personas por cada 100.000” y para la que no hay cura.
La enfermedad estaba al acecho cuando en 2019 publicó sus memorias tituladas “Sin ir más lejos”.
En un homenaje que le rindió en septiembre pasado el Instituto Interamericano para la Democracia de Miami, Montaner dijo que se llevaba a Madrid un libro inconcluso sobre una de las tres hijas de Carlos Marx, Laura, y su marido, Paul Lafargue, nacido en Cuba, del que se desconoce por ahora si pudo terminar.
Hijo de un periodista y una maestra, Montaner en un principio simpatizó con la Revolución cubana, pero pronto se enteró de la orientación comunista de Fidel Castro y se unió al grupo Rescate Revolucionario, que se oponía a esta tendencia.
Fue arrestado y sentenciado a 20 años de prisión a los 17 años.
Con la ayuda de otros compañeros del centro donde fue internado logró escapar y encontró asilo en la Embajada de Honduras, donde permaneció varios meses de 1961 junto con otras 150 personas.
Ya con 18 años y gracias a un salvoconducto Montaner viajó a Estados Unidos, donde se reunió con su familia y comenzó a estudiar literatura hispanoamericana en la Universidad de Miami.
Una vez graduado, fue profesor de literatura en la Universidad de Puerto Rico y tras obtener una beca se trasladó a Madrid, donde vivió los últimos años del régimen de Franco y los primeros de la España democrática y luego empezó a alternar su permanencia en la capital española con visitas cada vez más frecuentes y largas a Miami.
Tenía, además de la nacionalidad cubana, la española y la estadounidense y había recibido varios premios y doctorados honorarios.
Entre sus libros está “Manual del efecto idiota latinoamericano”, un éxito de ventas escrito junto al colombiano Plinio Apuleyo Mendoza y Álvaro Vargas Llosa, hijo de Mario Vargas Llosa, que fue uno de sus grandes amigos. También escribió novelas y ensayos.
Defendía el derecho a una muerte digna y en sus memorias escribió: Llegó la hora de recapitular. Hay que ir haciendo las maletas. Desaparecer es una actividad ingrata que sólo se justifica porque es la única prueba irrefutable de que hemos vivido”.