Ciudad de México, 29 jun (EFE).- Popular y polémico a partes iguales, el agricultor, político y fundador de los civiles Grupos de Autodefensa del occidental estado mexicano de Michoacán, Hipólito Mora, fue asesinado este jueves por unos presuntos sicarios tras años de lucha contra el crimen organizado.
El ataque fue perpetrado alrededor de las 10.00 hora local (16.00 GMT), cuando viajaba con sus escoltas a bordo de una camioneta blindada propiedad del Gobierno estatal, según confirmó a EFE una fuente de la Fiscalía General de Michoacán.
Los hechos ocurrieron en su localidad natal, La Ruana, donde el 24 de febrero del 2013 se levantó en armas contra el cártel del narcotráfico autodenominado como Los Caballeros Templarios al fundar y convertirse en líder los Grupos de Autodefensa.
Michoacán, uno de los estados mexicanos con mayor presencia del crimen organizado, fue uno de los epicentros de la llamada “guerra contra el narco” que inició el expresidente Felipe Calderón (2006-2012) y que disparó los niveles de violencia en todo el país, pero especialmente en la región.
Este, el que acabó con su vida, se convirtió en el tercer atentado del que fue víctima: el primero ocurrió el 26 de noviembre del 2022, y otro más el 4 de marzo del presente año, ambos en dicha localidad de la conocida como Tierra Caliente. En México, enfrentarse al crimen organizado y al narcotráfico tiene un precio que Mora ha acabado pagando.
Antes de convertirse en el líder del grupo civil armado, Mora, nacido en 1995, fue empresario durante buena parte de su vida, dedicado a la siembra y recogida del limón.
Con el paso de los años se adentró en el activismo social, fundó el Grupo de Autodefensa y, a la par, acabó tomando parte en política.
Entre 2015 y 2018 militó en Movimiento Ciudadano (MC), con el que fue candidato a diputado federal por Michoacán, aunque no fue elegido.
Posteriormente, en 2021, volvería a ser candidato, esta vez a la gobernatura de su estado natal y bajo las siglas del Partido Encuentro Solidario (PES). Recibió poco más del 3 % de los votos y fue la quinta fuerza más votada.
PLANTAR CARA AL NARCO
En cuestión de días, Mora, padre de 11 hijos, pasó de trabajar la tierra a ser llamado “comandante”. Él y otros 250 vecinos acababan de hartarse del ambiente de extorsiones y secuestros impuestos en la región por Los Caballeros Templarios y tomaron también el camino de las armas.
Los civiles, en medio del vacío de autoridad que reinaba en Michoacán, se alzaron primero en La Ruana, dos horas después en Tepalcatepec, un pueblo cercano, y se fueron extendiendo a otros muchos lugares del estado.
“Yo no he estudiado ninguna carrera. A veces hay personas que me llaman ‘comandante’, pero me da pena que me llamen así”, dijo en una entrevista con EFE un año después de la formación de los Grupos de Autodefensa.
Aunque en un primer instante los comandos civiles consiguieron retener el avance de la violencia, con el paso del tiempo se fueron adentrando en una nube de sospechas y controversias. A Mora lo acusaron de buscar un beneficio personal e incluso de estar coludido con el crimen organizado.
En 2016, en declaraciones al diario mexicano El Universal, llegó a decir que las autodefensas se habían convertido en “una farsa y una cochinada” por la infiltración de miembros del narco.
LUCES Y SOMBRAS
Durante sus diez años de lucha contra el crimen organizado en Michoacán, Mora se convirtió en un personaje con luces y sombras. Las polémicas se sucedieron y en 2014 fue encarcelado acusado de un doble homicidio.
La fiscalía lo señaló por coparticipar en el asesinato de Rafael Sánchez Moreno y José Luis Torres, cuyos cuerpos aparecieron calcinados en Buenavista, un municipio al que pertenece La Ruana y cuyo grupo de autodefensa estaba enfrentado al de Mora.
Tras varios meses en prisión, fue liberado ante la falta de pruebas y se le otorgó la libertad condicional.
Pasó una década, sobrevivió a atentados y a las dudas sobre los posibles delitos cometidos, trató de llevar su lucha al plano político. Pero no logró acabar con el enemigo al que plantó cara.
En 2019, la Fiscalía estatal identificó un Michoacán envuelto en una espiral de violencia debido a la participación de organizaciones cada vez más poderosas, como el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), La Nueva Familia Michoacana, el Cártel de Tepalcatepec o el Cártel de Zicuirán.