Nueva York, 12 may (EFE).- Una pequeña muestra en el museo Guggenheim de Nueva York ahonda en una etapa crucial de la vida de Pablo Picasso: la estancia del pintor español en París con apenas 20 años de edad, en la que quedó cautivado por la ciudad de la luz y empezó a despuntar en el arte.
La exposición, que abrió al público este viernes, forma parte de las celebraciones del Año Picasso y se centra en una de las joyas de la colección del Guggenheim, “Le Moulin de la Galette” (1901), que el museo acompaña de otras nueve obras, entre lienzos, pinturas sobre cartón, acuarelas y dibujos a carbón.
Picasso viajó de Barcelona a París en otoño de 1900, en las últimas semanas de la Exposición Universal, en la que participaba, y aunque no dominaba el idioma francés aquellos dos meses que pasó allí fueron suficientes para que quisiera volver en 1901 y quedarse casi un año, empapándose de la cultura.
“Le Moulin de la Galette” es una de las primeras obras que pintó allí, una escena nocturna en una sala de baile en Montmartre, el barrio bohemio donde vivía y frecuentaba los “cabarets” y cafés que abrían hasta entrada la noche, en los que se desdibujaban las diferencias sociales y de clase
El Guggenheim sigue la tendencia de otros museos de enfocarse en cuestiones de género, y sugiere observar a los sujetos en el cuadro, la mayoría mujeres bailando en el fondo y otras en primer plano con maquillaje marcado, y tener en cuenta que puede haber “escondidas a plena vista” personas “trans” y “queer”.
También alude a la raza, explicando que Picasso enfrentó las “ideas jerárquicas de raza e imperio” predominantes que ponían a los blancos por encima de los negros, y que entró en contacto con las artes africanas, que influyeron en su práctica, a través de una “lente colonial” que las reducía a artefactos.
Otra de las obras importantes es “Le quatorze juillet” (1901), en la que retrata a una multitud en la celebración nacional francesa pero, a diferencia del cuadro estrella, usa un estilo casi impresionista, encapsulando el “júbilo” del momento a la par que su “melancolía por la marginalidad y pobreza que veía” en París.
Entre otras piezas, destacan dos de los cuatro autorretratos que se cree que hizo el pintor en 1901, con 20 años, uno en el que se representa cansando, pálido y con los pómulos marcados, y otro en el que tiene una “mirada fuerte” y “española” y que se atribuye a su “periodo de instrospección y reconvención”, según el museo.
Y los retratos de dos mujeres, asimismo de 1901, que evocan a su admirado Henri de Toulouse-Lautrec, y en los que se hace la única mención a la ahora muy criticada mirada “objetificadora” de Picasso sobre la mujer, señalando que uno de los cuadros era más bien un “objeto seductor de consumo”.
Como curiosidad, la muestra incluye un dibujo a carbón que se puede entender casi como una fotografía del joven Picasso, ya que los expertos han identificado las figuras de la escena como él con sus amigos Ramón Pichot, Miquel Utrillo y Carles Casagemas y las modelos Odette y Germaine.