Washington, 19 abr (EFE).- Desde hace más de un año, Robert Harvey pasa las tardes en Lafayette Square, frente a la verja de la Casa Blanca, agarrando un palo con dos banderas y dos mensajes: la de Ucrania, para que no se olvide el conflicto, y la de EE.UU., para dar gracias por el apoyo y pedirle al Gobierno de Joe Biden que no deje de hacerlo.
“Vengo aquí todos los días porque cientos de miembros de la comunidad ucraniana me piden que siga aquí. Estoy aquí porque no todas las personas que quisieran estar pueden, así que intentaré estar todo el tiempo que pueda”, cuenta a Efe el joven estadounidense.
Desde unos días después de que estallara la guerra (el 24 de febrero de 2022), todas las tardes Harvey dedica “dos o tres horas” para manifestarse frente a la residencia oficial de Biden, uno de los lugares más turísticos de la capital estadounidense, con un cartel que dice “Ucrania está resistiendo por el mundo. Resiste tú por Ucrania” y otro que suma los días del conflicto.
A veces está en silencio, salvo cuando se le acerca gente para charlar, y a veces usa un megáfono “para agradecer a Estados Unidos su asistencia a Ucrania” porque su ayuda “ha salvado decenas de miles de vidas” y “debe continuar”.
Su idea surgió después de que la comunidad ucraniana local comenzara a manifestarse frente a la Casa Blanca en febrero de 2022 para pedirle a Estados Unidos que hiciera algo. Él llegó unos días después y ya no quiso parar.
A sus 32 años se considera un “joven progresista” y aunque sí había participado en otras protestas es la primera vez que se convierte “en una especie de líder” porque es “la única persona que está aquí todos los días”, cuenta.
Eligió exponerse en uno de los lugares más transitados de la ciudad -que tiene además varios manifestantes permanentes, convertidos ya en icono de la urbe- para poder llegar al mayor número de personas.
“Esta es frecuentemente la ruta a pie para mucha gente (…) y vienen muchos estudiantes, grupos de turistas y personas de todo Estados Unidos”, explica. Personas a las que anima a “escribir a sus representantes políticos para pedirles que continúen con su apoyo a Ucrania”.
Estados Unidos es el país del mundo que más ayuda envía a Ucrania y esto ha despertado voces críticas desde el Partido Republicano, que piden la reducción o incluso el fin de la asistencia al Gobierno ucraniano.
En sus tardes en Lafayette, frente a la estatua ecuestre del expresidente Andrew Jackson (1829-1837), Harvey está muchos días solo, pero otros lo acompañan distintas personas cercanas a la comunidad ucraniana.
La tarde en la que tiene lugar esta entrevista, está junto a otras cuatro personas, entre ellas Yuri Deychakiwsky, un cardiólogo estadounidense cuyos padres emigraron de Ucrania como refugiados de la Segunda Guerra Mundial.
“Mi padre era miembro de la clandestinidad ucraniana, y era mensajero en Europa, trabajando detrás de las líneas alemanas. Fue arrestado por la Gestapo y casi torturado hasta la muerte, pero sobrevivió y como no podía volver a Ucrania terminó sus estudios de medicina en Alemania y emigró a Estados Unidos”, cuenta a Efe.
Su madre era entonces adolescente y pasó mucho tiempo en campos de refugiados de Alemania, hasta que también emigró a Estados Unidos.
“Como familia, hemos estado muy involucrados toda nuestra vida, defendiendo los derechos humanos y el derecho de Ucrania a recuperar su independencia”, explica a Efe.
Entre otras cosas, Deychakiwsky está en la junta directiva de la fundación benéfica United Health Ucrania y, cada vez que puede, acude a Lafayette Square a acompañar a Harvey.
“Vengo poco por mi trabajo pero cuando puedo me escapo del hospital. Tenemos que agradecer a Robert que esté aquí todos los días. Él es nuestro héroe y estamos muy agradecidos por su incondicional apoyo”, afirma.
A la plaza también acudió esa tarde la rusa Olga Petrova, quien cuenta que está por todos aquellos rusos que no pueden mostrar libremente su oposición a la guerra.
“Mi país lanzó la guerra y como verdadera patriota de mi patria y como persona cuerda, me opongo hasta lo más profundo de mi alma”, cuenta a Efe.
Residente desde hace varios años en Estados Unidos, asegura que antes volvía a Rusia todos los años a visitar a su familia pero que ahora se niega a hacerlo.
“Desde febrero del año pasado, ya no hago eso porque me opongo a la guerra y me da miedo volver y que me detengan o que mis padres se metan en problemas. Y tampoco voy porque no quiero hacer nada que implique gastar dinero en el país”, afirma.