Nueva York, 9 mar (EFE).- El arte político del brasileño Antonio Henrique Amaral, que criticó la dictadura en su país a través de unas famosas pinturas de estética pop que retrataban bananas destrozadas por tenedores, resuena de nuevo en Nueva York, la ciudad que durante años le dio refugio y libertad.
La galería Mitchell-Innes & Nash inaugura este jueves “O discurso”, una exposición de diez obras de Amaral que han permanecido hasta hace una semana en la colección privada del artista, fallecido en 2015, y que conforman su primera muestra en EE.UU. en una generación.
El director de la galería, Robert Grosman, explicó a EFE en una visita antes de abrir al público que las obras abarcan unas tres décadas de la vida de Amaral y reflejan los temas que más le importaron, todos relacionados con la “opresión”: primero la política y más adelante la del capitalismo.
Nacido en 1935 en Brasil, este pionero del arte latinoamericano vio su carrera marcada por el golpe de estado de 1964 y la posterior dictadura militar, y plasmó su descontento los años siguientes recurriendo a la estética pop, que florecía entonces en EE.UU. y Reino Unido, y las artes decorativas tradicionales de la “brasiliana”.
“Usó una especie de lengua vernácula de pop plano para crear obras de arte sumamente cargadas de política, pero de una manera ingeniosa que no atrajera mucha atención sobre él porque, por supuesto, la clase creativa estaba siendo vigilada, censurada y arrestada, si hablaban contra la dictadura”, explicó.
Es el caso de la serie de “Bocas”, en la que llama poderosamente la atención “O discurso ou El Tirano” (1967), con un rostro gritando ante micrófonos para potenciar su influencia, o “Third Person” (1967), que retrata a “políticos discutiendo sin ningún fin”.
A partir de los 70, cuando la situación se endurece en Brasil y Amaral busca refugio en Nueva York, el trabajo del pintor gana ferocidad, algo que se refleja en su serie “Campo de Batalha”, con la banana como símbolo nacional siendo destrozada por tenedores, de la que hay tres obras.
Cuando se restablece la democracia, a finales de los 80, el artista “pone su atención en otras formas de opresión, y uno de sus últimos temas es la destrucción de la selva amazónica, por lo que hace una serie de pinturas que comentan el capitalismo sin control”, añade Grosman.
Ese sentir se ve en “Armas” (1992), donde dibuja una especie de cuchillos afilados junto a rocas, un tronco y unas nubes de humo amenazadoras, procedentes de fábricas.
La obra que cierra la muestra es “Casal de novo” (1995), de aire surrealista, en la que dos cuerpos negros están unidos y rodeados por nubes azules “con efecto de celebración”, y que parece recoger un sentimiento más “esperanzador” por el “planeta y la humanidad”, agrega.
El director aseguró que en el mercado hay mucho interés por el arte latinoamericano y que una prueba de ello es que los museos le dedican ahora departamentos específicos, por lo que dijo esperar que los coleccionistas se fijen en la “voz única, pero que resuena en diferentes culturas”, de Amaral.